Doctrina Estrada

*La no intervención, base de la política exterior de México

*Gobierno de EPN fue muy crítico en el caso de Venezuela

Congreso de la Unión.- Desde que inició su carrera rumbo a la Presidencia de la República, allá por principios de siglo, pues no obstante que fue jefe de gobierno de la capital del país entre 2000 y 2005, sus aspiraciones siempre fueron llegar al Palacio Nacional. Su personalidad mesiánica, sus promesas y su discurso populista hicieron que algunos lo llamaran “el Hugo Chávez de México”, en alusión al ex presidente venezolano ya fallecido.

En las elecciones de 2006 enfrentó una estrategia propagandística que lo asociaba al difunto presidente venezolano. Decía que era “un peligro para México”.

En el proceso electoral de 2012 sucedió lo mismo. Circuló por todos lados un volante donde aparecían Andrés Manuel López Obrador y Hugo Chávez con la leyenda “Por fin juntos”.

En las recientes elecciones, nuevamente aparecieron propagandas que comparaban a AMLO con Chávez. Y, al igual que en las dos contiendas electorales anteriores, no faltaron rumores que sostuvieron que la campaña del tabasqueño era financiada por el gobierno de Venezuela.

A lo largo de su trayectoria política, la oratoria del presidente de México se ha caracterizado por los tintes populistas, pero una vez en la oficina presidencial tiene que adoptar su papel como líder de Estado en un mundo globalizado cada vez más interconectado e interdependiente.

En ese contexto, la política exterior desempeña una función preponderante.

Desde el inicio del conflicto venezolano, el presidente López Obrador dijo que México podría ayudar a la conciliación para la pacificación de Venezuela siempre y cuando ambas partes lo soliciten.

Señaló que si se ponen de acuerdo y apuestan realmente al diálogo y a buscar una solución pacífica, México, como en otras ocasiones en temas de política exterior, serviría como intermediario para buscar una salida pacífica.

“No la imposición, no la fuerza, no la decisión de la hegemonía, sino con el diálogo”, pues se debe pensar en el pueblo venezolano y evitar la violencia.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aceptó esa intermediación para abrir un diálogo, sin embargo, el presidente interino Juan Guaidó la rechazó.

“Es el momento de lograr la presión necesaria para lograr estas tres cosas: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres“, dijo Guaidó al tiempo que agradeció a México y Uruguay su buena intención de mediar en la crisis venezolana.

Ambas naciones anunciaron una conferencia con representantes de los países y organismos internacionales que comparten una posición neutral en este conflicto y que buscan que mediante el diálogo se alcance un acuerdo entre ambas partes.

Sin embargo, se da por un hecho que la negociación y el diálogo como una salida a la crisis venezolana están destinados al fracaso, por lo que el presidente López Obrador deberá encontrar un punto de equilibrio entre su postura de conciliador y un pronunciamiento más definido entre el presidente Nicolás Maduro y el interino Juan Guaidó, sobre todo a raíz del rechazo de la mayoría de los gobiernos del mundo a la administración de Maduro.

Los principios de no intervención en asuntos internos de otros países conllevan el espíritu constitucional, pero amenazan con debilitar la imagen internacional del nuevo gobierno encabezado por López Obrador y su papel en conflictos internacionales como el de Venezuela.

El artículo 89 de la Carta Magna, en su fracción X, explica que el presidente del país debe “dirigir la política exterior y celebrar tratados”, entre otros, en base a una serie de principios normativos.

Estos son “la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales”.

Esta visión se enmarca dentro de la llamada Doctrina Estrada, nombrada así por el canciller Genaro Estrada, que implementada en 1930 era contraria al intervencionismo.

La Doctrina Estrada que nuestro país ha puesto en práctica en muchas ocasiones, le ha valido un papel internacional preponderante como mediador de diversos conflictos.

La administración de Peña Nieto fue especialmente crítica en el tema de Venezuela, al calificar en múltiples ocasiones de “grave situación humanitaria” la que se vive en aquel país y de la necesidad de “restablecer la democracia”.

Pero el gobierno encabezado por López Obrador le dio un giro de 180 grados a la postura de México.

En Montevideo, Uruguay, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, abogó por adoptar un mecanismo que facilite de forma inmediata el diálogo en Venezuela para buscar una salida a la crisis que atraviesa ese país.

“Nos gustaría un mecanismo de funcionamiento inmediato porque la situación así lo requiere”, dijo el canciller al llegar a la Torre Ejecutiva donde se celebra la primera reunión del Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela al que acuden cancilleres y representantes diplomáticos de la Unión Europea, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Portugal, España, Suecia, Reino Unido, Bolivia, Costa Rica, Ecuador y Uruguay.

La Doctrina Estrada se convirtió en una práctica de la diplomacia mexicana durante casi todo el siglo XX, pero fue usada porque respondía al interés nacional del momento, pero parte del interés nacional de ahora es promover y proteger los derechos humanos, rubro en el que México ha firmado diversos tratados internacionales.

Habría que preguntarse si el NO intervencionismo funcionará en el actual contexto.

jesus.belmontt@gmail.com