Una música por demás melodramática (propia de algún telenovelón del canal de las estrellas) sirve de fondo para mostrarnos a dos mujeres: Elizabeth (Natalie Portman), una actriz glamorosa que se hospeda en un elegante, y Gracie (Julianne Moore), una ama de casa que prepara su enorme caserón para una fiesta en el jardín.

La iluminación artificial, la luz que se desborda por las ventanas, la ausencia de colores vivos, todo en la fotografía a cargo de Christopher Blauvelt habla de falsedad y simulación. Pero si acaso no ha quedado claro el tono que el director busca darle a este relato, no hace falta esperar demasiado: en los primeros minutos el personaje de Julianne Moore abre el refrigerador, la cámara hace un dramático zoom y ella, con la mirada fija al interior del electrodoméstico, lanza una frase que probablemente será la más recordada de esta cinta: “No hay suficientes salchichas”.

Elizabeth se dirige a la casa de Gracie, resulta que la actriz representará al ama de casa en una película sobre su vida. ¿Y por qué es importante su vida? Resulta que veinte años atrás, la joven Gracie tuvo un encuentro sexual con un menor de 13 años llamado Joe. La mujer fue encarcelada y condenada a varios años de prisión por su delito, pero al salir de la cárcel no sólo se casó con Joe (Charles Melton) -ya adulto para ese entonces- sino que además tuvieron hijos: uno de ellos nacido en la cárcel y los otros ya en el matrimonio.

Lo que inició como un escándalo digno de un tabloide, parece que ha tenido un final feliz. El amor ha triunfado, la familia es estable, y los hijos parecen felices. Y mejor aún: Elizabeth (que se supone es una actriz de renombre) será la protagonista de una película que pondrá en claro la historia de su vida y su feliz matrimonio.

Por supuesto esto no será verdad. Elizabeth ha pedido a Grace quedarse con ellos algunos días para “capturar” al personaje que va a interpretar, y es justo esta intromisión la que sacará a flote una personalidad manipuladora, egocéntrica y un tanto perversa.

Todd Haynes está en su elemento, aunque visualmente esta es una cinta que parece alejada de su filmografía, el cineasta claramente busca divertirse con un humor casi tan retorcido como el de la anécdota que nos convoca: juega al melodrama telenovelero, a los acordes musicales violentos e imprevistos, le roba a De Palma uno que otro tic (pareciera que la pantalla se divide cada que ambas protagonistas están a cuadro), pero sobre todo deja siempre el espacio libre para que sean sus protagonistas las que se hagan cargo de todo el número.

Al final, lo grandioso de esta cinta es ver este tête à tête entre Moore y Portman, enfrascadas en un juego de espejos perverso, engañosamente simple y delicado, del cual aflora el lado B de esta escandalosa historia.

Escandalosa, si, pero nunca vista desde un lente moralino. Y es que, inteligentemente, Haynes deja al público pensar lo que quiera, no juzga nunca a sus dos mujeres, las quiere demasiado dentro de su mismo pantano de secretos, banalidad, y estilo.