Neza: la ciudad que se construyó sobre un desierto
Nezahualcóyotl se construyó sobre una tierra salada donde no se podía sembrar, tan seca que se levantaban nubes de polvo y tan lejana que sus habitantes eran excluidos.
Durante años cargó con el estigma y la mala fama de una ciudad peligrosa, concepción que estuvo presente en la prensa nacional y provocaba justificada indignación de sus habitantes: “Vienen periodistas extranjeros, sacan fotografías de lo peor y nosotros los dejamos. Pero nunca dicen: tomen un dinerito para que se ayuden”.
La nota de abril de 1980 presenta el testimonio de una mujer que vive en Neza, indignada por el trato que recibían de los medios de comunicación. Éstos publicaban textos como: “En el lugar no hay más que podredumbre y miseria”. “Es un centro de refugiados. Por eso nadie los toma en cuenta”.
El papel de los medios de comunicación en la construcción del imaginario popular ha creado un sesgo en cómo percibimos a los demás. Para el cronista Germán Aréchiga, la atención de la sociedad se concentró en las complicadas condiciones de vida, pero no en sus causas, mucho menos en sus consecuencias.
“Gran parte de la mala fama y de la idea que se tiene de Nezahualcóyotl como un lugar peligroso es responsabilidad de la prensa. La miseria y las complicadas condiciones de vida no eran exclusivas de este lugar”, dice.
Hace 100 años el sitio estaba cubierto por el Lago de Texcoco, que era de agua salada, a diferencia de los ubicados en Xochimilco y Chalco, donde abundaba el cultivo en chinampas.
Fue durante la Nueva España que iniciaron los trabajos de desecación del lago, mismos que concluyeron durante el porfiriato con la justificación de que la capital -construida prácticamente sobre el agua- se inundaba.
Así inició la creación de este desierto de sal que se fue poblando poco a poco, cuando vivir en la Ciudad de México se volvió insostenible. Según los investigadores Ekkehard Buchhofer y Adrián Aguilar, los primeros habitantes se asentaron durante los años 40 porque el valor del suelo y el costo de las rentas en el entonces Distrito Federal eran muy altas.
Este espacio, al haber sido parte de un lago, era propiedad del gobierno federal. Otra versión dice que los dueños eran ejidatarios de Chimalhuacán. De acuerdo con Héctor Quiroz, profesor de Urbanismo en la UNAM, la poca claridad del estatus jurídico de las tierras fue el contexto perfecto para que hubiera venta fuera de toda regulación.
“La gente pagaba el terreno a plazos semanales o mensuales. Debido a la irregularidad del mercado inmobiliario, en algunos casos después de un tiempo llegaban los verdaderos dueños reclamando su propiedad”, precisa.
Doña Benita Ortiz llegó a Neza cuando tenía 13 años, en 1962. Su familia se asentó en la colonia Virgencitas.
“¿No le pareció difícil vivir en esas condiciones?” -se le pregunta a la señora Benita Ortiz-.
“No, porque yo soy de provincia. Allá nos alumbrábamos con un frasco con petróleo y una mecha que le prendíamos. Volví a mi niñez”.
Ella y su familia migraron desde Guanajuato. Su papá supo de la venta de terrenos en el exvaso del Lago de Texcoco y adquirió uno.
Los recuerdos de esas primeras noches en su nuevo hogar siguen vivos en la mente de Benita, enfermera del Hospital Juárez: “Era toda la libertad de caminar hasta donde nuestros ojos veían”.
El terreno era un gran llano donde se asomaban algunas casas separadas unas de otras y canales de aguas negras que desembocaban en los restos del lago. Los nuevos habitantes venían de todas partes: de Hidalgo, Michoacán, Guanajuato, Tlaxcala y Oaxaca, incluso de la zona central de la Ciudad de México.
Sin servicios básicos en su colonia, acarreaban agua de la hoy Avenida Neza. Había que lanzar el recipiente atado a un lazo para alcanzar el líquido. No había drenaje, mucho menos luz.
Primero levantaron sus jacalitos o habitaciones sencillas. Después construyeron las calles, las escuelas, incluso el drenaje y las banquetas.
Para llevar electricidad a sus casas cada familia conectaba un largo cable a un transformador que toda la comunidad había comprado. Los vecinos se organizaban para reclamar servicios básicos al gobierno del Estado de México.
El 23 de abril de 1963 se inauguró oficialmente Nezahualcóyotl de Texcoco. Sólo unos años más tarde la zona contaba con 600 mil habitantes, de acuerdo con datos del Inegi.
En esa etapa se delimitaron los predios y las calles, cuya traza se mantiene hasta nuestros días. El urbanista Héctor Quiroz dice que no conoce otra ciudad igual de poblada y a la vez tan ordenada.
“Calles rectas, manzanas cuadradas, lotes uniformes. ¡Es impresionante!”, apunta vía telefónica. “[Nezahualcóyotl] es más ordenado que sectores construidos de manera planificada”.
Este municipio del Estado de México tiene cinco décadas de historia y más de un millón de pobladores, distribuidos en las zonas centro, oriente y norte.
Doña Imelda Martínez es habitante de esta última. Llegó a Neza a finales de los años 80 cuando salió de su hogar familiar en La Providencia, a unos minutos de Nezahualcóyotl.
Un día escuchó que estaban vendiendo terrenos sobre la Avenida Central, por donde hoy pasa la Línea B del Metro.
“Viví mi infancia en La Providencia y creía que era la mejor colonia del mundo. Ahora ya oigo cada cosa de allá…”, dice doña Imelda cuando se toca el tema de la inseguridad en Neza.
“Yo creo que [la violencia ocurre] donde sea, pero uno trata de vivir sin ese temor. Seguir haciendo una vida, porque si no, imagínate”. Para ella, la violencia se acabaría con educación y valores fomentados en casa.
Hoy atiende un pequeño negocio familiar y agradece que siempre se ha llevado bien con sus vecinos; algunos provienen de Puebla y a veces le comparten pan y cemitas tradicionales. “Finalmente ves y aprendes cultura, otras formas de pensar y otra comida”, indica.
Para Germán Aréchiga, cronista de Ciudad Neza, la gente que llegó a este municipio es trabajadora.
“Que las condiciones del contexto no ayudaran es otra cosa, pero la gente siempre hizo su mayor esfuerzo, su lucha”. El Informe Anual sobre la Situación de Pobreza y Rezago Social en Nezahualcóyotl, del Coneval, señala que desde hace 10 años se ha reducido el número de personas en situación de pobreza.
Además, el número de personas que trabajan en la informalidad ha disminuido en el mismo periodo de tiempo, de acuerdo con el informe. De la Neza de los años 60 y 70 sólo queda el recuerdo. Las precarias casitas ahora son residencias estables.
“No fue de un día para otro, es una secuencia de acciones las que hicieron pasar de una ciudad miseria a un centro de distribución regional”, indica Aréchiga.
Este municipio celebra su propia Guelaguetza, carnavales y todo tipo de festivales a lo largo del año.
“Neza es la capital cultural alternativa”, dice Lupus, un artista urbano. Cree que el poeta prehispánico Nezahualcóyotl influye para que la pintura, la poesía, la música y el teatro existan en la vena creativa de su municipio.
“Levantas una piedra y encuentras un artista”, dice y sonríe. Aquí el arte es una forma de reivindicarse frente al estigma de ser un espacio marginal y violento. A pesar de la “mala fama” que ha seguido a Ciudad Neza desde su comienzo, de la ola de asaltos, desapariciones y crímenes -que ocurren en la capital misma- persiste un fuerte sentido de orgullo por parte de sus habitantes.
No es para menos, ellos levantaron de la nada una ciudad: “Fueron los ciudadanos que con su esfuerzo construyeron esta ciudad; fue el costo de una generación que se sacrificó”, dice Héctor Quiroz. Para él, las valoraciones estéticas salen sobrando.
“Cuando uno conoce cómo surgió Neza y cómo ha mantenido su capacidad de organización, los habitantes son hasta dignos de admiración por lo que hicieron”, concluye.