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Hoy Escriben - Miguel Ángel Sosa

Reencuadrar para vivir mejor

¿Y si el problema no fuera el problema, sino la manera en que lo miramos? Esta es la esencia del “reframing” o reencuadre, una herramienta poderosa de la psicología cognitiva que invita a reinterpretar las experiencias desde una perspectiva diferente.

En un mundo donde las crisis personales y colectivas parecen multiplicarse, el reencuadre no es solo una técnica terapéutica: es una propuesta urgente para resignificar nuestra realidad.

El concepto de reencuadre tiene sus raíces en la terapia familiar sistémica y en la Programación Neurolingüística. Milton Erickson y Virginia Satir, pioneros en estas corrientes, demostraron que un cambio en el marco de interpretación puede transformar completamente la experiencia emocional de una persona.

Como afirma Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto y padre de la logoterapia: “Cuando ya no podemos cambiar una situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos”.

En la práctica, el reencuadre implica tomar un pensamiento, situación o emoción y preguntarnos: ¿qué otra lectura es posible aquí?

Por ejemplo, una pérdida puede ser vista como una oportunidad para valorar lo que permanece; un fracaso, como la antesala del aprendizaje.

Lejos de ser ingenuidad positiva, el reencuadre exige profundidad y honestidad emocional, pues no niega el dolor, sino que lo trasciende al dotarlo de sentido.

La neurociencia respalda esta práctica. Estudios sobre la plasticidad cerebral demuestran que al cambiar nuestras interpretaciones, moldeamos nuevas conexiones neuronales que nos permiten responder de forma más adaptativa al entorno. Así, reencuadrar no solo cambia lo que pensamos, sino cómo nos sentimos y comportamos. ¿No es esto una forma de libertad?

En la vida cotidiana, el reencuadre se vuelve un acto de rebeldía consciente. Frente a una cultura que premia la queja o el victimismo, resignificar las experiencias es una declaración de poder personal.

Podemos elegir no ser rehenes de la narrativa automática y construir una historia que nos fortalezca. Esto aplica en lo laboral, lo familiar y lo individual.

Además, el reencuadre puede ser una herramienta comunitaria. En contextos de violencia, desigualdad o desconfianza, imaginar otra forma de leer lo vivido permite abrir posibilidades de acción. Desde proyectos de arte comunitario hasta procesos de justicia restaurativa, resignificar colectivamente es sanar y reconstruir. ¿Qué historia queremos contar como sociedad?

Reencuadrar es, en síntesis, un gesto valiente de amor propio y colectivo. No se trata de negar la realidad, sino de mirarla con ojos nuevos.

Porque, como decía Wayne Dyer: “Cuando cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras cambian”. La invitación está abierta: ¿nos atrevemos a reencuadrar nuestro mundo?