Conmoción

El pasado fin de semana fue trágico para San Cristóbal de Las Casas, pues una pareja de la tercera edad muy respetada fue asesinada arteramente y también apareció el cadáver de una persona que había sido retenida desde el 9 de julio pasado, y por si fuera poco, en Aldama ocurrió un homicidio, con lo que se desató nuevamente la violencia.

El asesinato del doctor Renato Zárate Castañeda, de origen oaxaqueño, pero radicado en San Cristóbal desde hace muchos años, y de su esposa Lauren Green, oriunda de Estados Unidos, ha conmocionado a la sociedad coleta, pues ambos eran buenas personas y muy respetadas. No sólo no le hacían mal a nadie, sino que participaban como activistas sociales.

El doble crimen ocurrió la noche del viernes pasado, en la orilla de la carretera de cuota que comunica a la ciudad coleta con Tuxtla Gutiérrez, cerca del puente San Cristóbal, cuando ambos habían acudido a recolectar insectos como lo hacían de costumbre por motivos de investigación, ya que ella era entomóloga.

Desde hace varios meses ha habido denuncias de que justo en ese tramo han ocurrido algunos asaltos. Se sabe que la estrategia de los asaltantes es lanzar piedras a los vehículos para obligar a que los conductores se paren a revisar los daños y en ese momento sean asaltados.

No se sabe si los malhechores son originarios del municipio de Zinacantán, al que pertenecen los terrenos desde los cuales se lanzan las piedras, o si son de otras partes. Hace ya más de una década sucedieron muchos asaltos en la carretera libre -la Panamericana-, y según las investigaciones el responsable era un grupo de zinacantecos liderados por un cacique -en ese tiempo perredista- con poder político y económico en el municipio.

Parece que las autoridades correspondientes no han hecho lo necesario para detener y castigar a los responsables.

Quién sabe si la pareja Zárate-Green tomó en cuenta o no esta situación antes de internarse en el monte de noche -sus cuerpos fueron encontrados a unos 25 metros de la carretera, sobre una brecha que conduce a una milpa-; si valoró o no los riesgos de ser agredida en una zona despoblada y peligrosa.

Es de suponerse que una de las principales líneas de investigación será el robo, pues el o los homicidas se llevaron la camioneta marca Toyota en la que la pareja había llegado al lugar, o a menos que eso haya sido un despiste y que detrás del doble crimen haya otras motivaciones.

Ojalá que las autoridades investiguen y aclaren este doble homicidio que ha calado en la sociedad de San Cristóbal, cada día más atemorizada por la ola delictiva que se ha desatado como si fuera una campaña.

Como apenas acaba de llegar, hasta ahora no se ha sentido la mano de la recién creada Guardia Nacional, en la que al parecer mucha gente tiene fincadas sus esperanzas de que frene la violencia que brota en algunas partes.

El otro caso que ha indignado a la población es la aparición del cadáver de Juan Luis de la Cruz Vázquez, quien a la vista de mucha gente fue retenido el pasado 9 de julio, en las inmediaciones del Mercado Popular del Sur (Merposur), de San Cristóbal.

En este caso están identificados sus captores y por lógica sus presuntos asesinos, y según sus familiares, también los posibles autores intelectuales, por lo que en teoría no sería tan difícil detener a los responsables.

También está claro el motivo de las diferencias en los dos grupos antagónicos: la disputa de una propiedad ubicada precisamente por el Merposur.

Todo apunta a que el origen del pleito se localiza en la disputa de las unidades que realizan recorridos turísticos en la ciudad coleta, en el que están involucradas pasadas autoridades municipales. Ojalá no se desaten las venganzas y corra más sangre en ese caso.

A veces hasta da la impresión de que la ola de violencia, que de vez en cuando se desata, fuera orquestada por alguien con fines políticos.

Lo que sí es cierto es que las autoridades tienen que redoblar los esfuerzos para tratar de contener los asaltos y otros hechos delictivos en algunas ciudades como Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal, ya que la gente comienza a desesperarse y a entrar en un estado justificado de sicosis.

Mención aparte merece el asesinato del indígena Filiberto Pérez Pérez, ocurrido el pasado sábado en el municipio de Aldama. Los pobladores de ese lugar responsabilizan del ataque a sus vecinos de Santa Martha, Chenalhó, que mantienen una añeja disputa de 60 hectáreas, ubicadas en los límites.

Por más que las autoridades federales y estatales hacen esfuerzos por frenar la violencia en esa zona, ha sido imposible impedir los asesinatos. Pareciera que existen grupos internos interesados en desestabilizar y que la añeja disputa de las tierras es sólo un pretexto. Ni siquiera porque hay policías en el área se calman, sobre todo los de Santa Martha, a menos que haya otras fuerzas extrañas metiendo la mano.

Así como se ven las cosas pareciera que sólo la colocación de un muro impediría los disparos de armas de fuego de grueso calibre.

Apenas ha pasado un mes y una semana del llamado banderazo de paz -la iniciativa gubernamental más reciente- que funcionarios de los tres niveles dieron en la zona y nuevamente un homicidio por arma de fuego.

Daba la impresión de que este esfuerzo duraría más tiempo, pero no, sólo medio calmó la situación poco más de un mes.

Tomando en cuenta los antecedentes de Acteal, las autoridades deben de tener mucho cuidado para evitar una masacre en esa zona. No hay que olvidar que las armas usadas hace casi 22 años andan regadas en Chenalhó.

En aquella ocasión hubo 27 muertos entre los dos bandos, antes de la matanza que le costó el puesto al entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet Chemor, y al gobernador sustituto, Julio César Ruiz, entre otros funcionarios. Ojalá nadie esté planeando repetir la historia.