De Pedro Infante a El Komander

Transculturación y feminicidios

Teopisca es un municipio localizado a 25 kilómetros de San Cristóbal de las Casas. Se llega por la carretera 190. En su mayoría está habitado por tzeltales. Figura entre los 17 pueblos chiapanecos donde se concentran índices elevados de pobreza, según datos del Coneval.

Famoso por su cecina de res, sus talleres de talabartería y su ya agónica usanza, Teopisca no alcanza los 50 mil habitantes. Pero hay un altísimo porcentaje de enfermos de diabetes (la pandemia que avanza de forma silenciosa) y la transculturación llegó a un momento crítico, álgido.

La lengua materna tuvo hegemonía. Antes decían banmeabi (tzeltal) para despedirse de alguien. Hoy se cambió por el bye. (Adiós). El k’ax wokola’wal (muchas gracias) por el thank you very much. Y así.

Usan el oki doki para decir “está bien” en lugar de pronunciarlo en su habla original.

Datos que tengo a la mano me dicen que hay, en Teopisca, un promedio de 14 mil jóvenes de entre 15 y 35 años. Y en ellos la globalización tiene un impacto neurálgico porque no sólo se trata del avance de la tecnología, lo cual me parece inevitable en un mundo vertiginoso. También la pérdida de identidad, de etimología.

Narcocorridos

La música folclórica, fruto del mestizaje que viene de la era prehispánica, se suplantó por infames narcocorridos que no son otra cosa que apología del delito. Hay estados (como Chihuahua, Sonora y Sinaloa) en donde se ha legislado para prohibirlos porque tienen influencia primigenia en la comisión de la violencia. Crímenes, sobre todo.

En esas partes del país, los niños ya no juegan a las canicas: juegan a los balazos, a policías y bandidos. Son presa fácil del hampa. Aturdidos por malos ejemplos, toman la vida como diversión insensata.

A diferencia de padres o abuelos que seguramente escucharon a Javier Solís, Pedro Infante, Jorge Negrete, Lola Beltrán o marimba, los chicos teopisquenses prefieren a El Komander (Alfredo Ríos), a Gerardo Ortiz e, incluso, al gallo de oro Valentín Elizalde, aún después de muerto.

Todos esos intérpretes absurdos, léperos y vulgares, sin exceptuar al paisano Julión Álvarez, han estado envueltos en barullos policiales con el FB de Estados Unidos por presuntos nexos con la delincuencia organizada. Sus canciones son sugestivas al feminicidio, tema que en México adquiere signos alarmantes.

El maestro Manuel El güero Vleeschower, de la bendita tierra de Carranza; o el inigualable e inmortal Zeferino Nandayapa que adaptó a la marimba obras de Bach, Mozart o Chopin, ahí, en Teopisca, tiene lustros que pasaron a la hibernación. Los chavos no saben ni quiénes fueron.

Hay un porqué

El santo patrono de Teopisca es San Agustín. Se le honra del 26 al 29 de agosto, en teoría. La fiesta se prolonga hasta diez o quince días, según el ánimo de las autoridades en turno. Si el alcalde es borrachales y bohemio, puede durar 20. En 2020 fue cancelada por pandemia.

Gobernantes locales, más allá de fomentar tradiciones, son quienes atizan la deformación antropológica entre muchachos de esa tierra, colmada de imponentes rocas y cerros verdes que cantan.

Hubo un presidente municipal, Arturo Valdés Díaz, del Partido Verde Ecologista, que gobernó dos veces. La primera de 2008 a 2010. La otra de 2015 a 2018. Teopisca fue un desastre y la pobreza se incrementó.

La celebración al milagroso San Agustín, que tiene una centuria, fue en la administración de Valdés Díaz de las más corrompidas que años anteriores.

Valdés Díaz prefirió, siempre, distraer a los jóvenes con una música (la norteña) que no aporta nada a las costumbres de la gente de Teopisca. Es, en contraparte, una tentación al alcohol. Las pistolas de distintos calibres no pararon de sonar durante toda la feria, como si fueran luces de bengala.

Bronco y el resumen

Bronco, el gigante de América, cobra por presentación entre 300 y 400 mil pesos. Saúl el Jaguar podría elevar esa cifra debido a su fama cosechada a raíz de escándalos públicos que lo han posicionado en las redes sociales. Ellos fueron los principales integrantes del cartel para agasajar al patrono San Agustín en el doble período del citado alcalde.

El hombre ha caminado a lo largo de la civilización. De la pintura rupestre, dio un salto gigantesco a la tableta o al celular a la actualidad. Resulta irrevocable.

No podemos regresar a la época de las cavernas, desde luego. Es el influjo venenoso que está teniendo la transculturación en nuestros jóvenes lo que produce escozor, porque lleva aparejada la adopción de ritos culturales ajenos a los propios, la disgregación de valores afectivos, la ruptura de vínculos sociales y familiares.

Y, en casos extremos, la criminalidad.