*Las cuatro águilas

*Todos los generales

La corrupción en el ejército y la colusión de algunos de sus mandos con los sicarios del narcotráfico, de los cárteles en boga durante cada sexenio –se cambiaba de rubro y rumbo en cada asunción presidencial-, no comenzó en el sexenio anterior ni puede concentrarse solamente en los escándalos desvíos y acuerdos del general Salvador Cienfuegos Zepeda, recientemente capturado en USA por pesquisas de la DEA que le pisaba los talones y devuelto a México bajo la ignominia de la impunidad.

No es de ahora, viene de muy atrás, acaso desde los tiempos de Miguel de la Madrid quien fue acorralado desde el inicio de su gestión para que cediera privilegios a cambio de una supeditada lealtad. Fue así como se estrecharon los vínculos de buena parte de los mílites con los cárteles, sobre todo el de Juárez encabezado por Amado Carrillo Fuentes… quien sigue vivito y coleando.

El general secretario, en tiempos del señor De la Madrid, fue Juan Arévalo Gardoqui, uno de los protagonistas, al lado de Manuel Bartlett, de los asesinatos de periodistas de alto nivel como Carlos Loret de Mola Mediz, Manuel Buendía y el “Gato” Félix. Arévalo ya murió sin ser castigado y Bartlett sigue robando al pueblo cuanto puede cobijado por Andrés Manuel, el presidente sin memoria y sin palabra. ¿Qué dirá ahora de los indiscutibles vínculos de su general secretario Luis Cresencio Sandoval, con el aprehendido Cienfuegos cuando paseaba sin apremio por territorio norteamericano? Ya se sabe que el general perseguido en USA recomendó a su sucesor y el pasado de éste está ligado al perentorio rehén de la justicia estadounidense.

Por supuesto, todos los secretarios de la Defensa, sin excluir ninguno, han tenido vínculos con el narcotráfico. Se lo informamos al presidente para que no tenga duda. Recuérdese la penosa intervención del general Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa bajo la turbia dirección de Ernesto Zedillo, quien habilitó una reunión de alto grado entre los principales capos de la droga a cambio de 50 millones de dólares; luego, en patrullas comisionadas a Los Pinos, ordenaba transportar cocaína sin el menor pudor. Hoy vive su ancianidad con 85 años. Él fue quien encarceló al difunto general Jesús Gutiérrez Rebollo quien le acusó con las pruebas necesarias.

Y seguimos, el general Cienfuegos fue responsable directo de la matanza de Tlatlaya, en el Estado de México en donde gobernaba Eruviel Ávila; la razón para ajusticiar a veintidós civiles, el 30 de junio de 2014, fue que se sabía de una casa de seguridad que guardaba 80 millones de dólares obviamente puestos después, sin mayores explicaciones, en el despacho del secretario ahora en picada. Por cierto, ¿ya ordenó AMLO su degradación militar ejerciendo sus funciones como comandante supremo de las Fuerzas Armadas?

Pues no. Lo primero que hizo el presidente cuando supo de la aprehensión de Cienfuegos fue apurarse a decir que él no le había recomendado a Sandoval. En Derecho hay un viejo dicho: “a petición no pedida, confesión manifiesta”. Y este el punto en donde cayó también el mandante presidente; ahora es él quien tiene la pelota en su cancha.

Por las alcobas

Hay evidencias clarísimas de que los secretarios de la Defensa, infectados hasta la médula, no harían nada sin la autorización de sus respectivos jefes, los presidentes. Así las cosas, el general Antonio Riviello Bazán comprometió a Salinas, Cervantes a Zedillo, Clemente Vega García a Fox; Guillermo Galván a Calderón y sus matanzas; Cienfuegos a Peña y Sandoval a AMLO.

Ya no necesita encuestas para proceder el mandatario actual. Basta con asomarse al balcón militar para encontrar los hilos convincentes y seguros. ¡Actúe, presidente, antes de que sea arrastrado por la historia! Perdón, ya se lo llevó la corriente a La Chingada, su ranchito de Palenque beneficiado por el Tren Maya. Buena inversión y mejor herencia.

loretdemola.rafael@yahoo.com