*Bartlett escurridizo

*¡Farsante, farsante!

Solo nos falta que los médicos estadounidenses, preocupados por la endeble salud de Andrés Manuel —con una baja real en la aprobación ciudadana—, gestionen ante Interpol la “sustracción” del mismo para que sea internado en uno de los enormes centros médicos de Houston, Texas —debe ser allí para que, en tanto, su mujer pasee un poco por las galerías y pueda hospedarse en la pomposa “Casa Gris” si su nuera, Carolyn Adams, lo permite—, y le sea implantado un nuevo “chip” que responda automáticamente a las órdenes del Pentágono que, por supuesto, ha rebasado igualmente al atrapado mandatario de USA, Joe Biden, huésped perentorio de la Casa Blanca en donde apenas despacha mientras el IMPRESENTABLE Trump cabalga de nuevo sobre su jamelgo, “Fraudes”... por los que ya fue sentenciado.

Es, sin duda, el siguiente paso. Hace años cuando el represor y desalmado Manuel Bartlett, actual director de la CFE que se apura en aumentar tarifas en plena emergencia, se encontraba al frente del desgobernado estado de Puebla —¡pobre entidad, de verdad, con lo “chula” que es!—, sugerí en una de mis novelas, Alcobas de Palacio, que el mandatario estatal era objeto de un operativo estadounidense, DEA de por medio, para ser llevado a juicio a la fuerza. No era mi intención, desde luego, que se produjera una invasión de este calibre sino una solución ficticia para explicar la vulnerabilidad de nuestro gobierno ante el gran gigante de nuestro tiempo, terco en volcar sus culpas hacia los débiles sin explicar cómo es que los “padrinos” de allá, con vínculos con el Capitolio, jamás son molestados por los órganos judiciales.

Me resultó especialmente extraño que Antonio Gárate Bustamante, quien perteneció al grupo “Leyenda” de la DEA comandado por Hector Berreyes, me telefoneara desde Los Ángeles en una comunicación “de tres líneas”, esto es con Berreyes en la tercera, para decirme:

—¡No sabe usted cuántas veces hemos pensado en ello! Pero nos detienen los de Washington porque quieren evitar un conflicto diplomático con México que reventaría en la ONU. Pero no hemos desechado la idea.

Meses después, en entrevista con la conductora Flor Berenguer, gran amiga por ahora en retiro, esta le preguntó al poblano-tabasqueño si tenía conocimiento acerca de que no podría entrar a los Estados Unidos; el cínico, sin el menor pudor, le respondió:

—Bueno, entrar sí puedo. Lo difícil, en todo caso, es que me dejen salir de allí. ¿Para qué me arriesgo?

Y este tipejo forma parte hoy del equipo selecto de Andrés con cariz de izquierdista que le permite contar con apoyo presidencial para evitarse así las sorpresas de los “operativos” yanquis. ¿Vale la pena, señor López Obrador, ensuciarse la conciencia y las manos por alguien de tan nefastos antecedentes, sentenciado ya por la historia como defraudador electoral, asesino de líderes de opinión y perverso hasta los más íntimo de su ser?

Y permaneció hasta el final del gobierno “de los pobres”... diablos.

Por las alcobas

Cuando salía el general Plutarco Elías Calles de la Cámara de Diputados tras rendir su último informe a pocos días del asesinato de Álvaro Obregón, presidente electo, una sola voz, la del diputado Aurelio Manrique, quien a todo pulmón encaró al mandatario:

—¡Farsante, farsante! ¡Es usted un mentiroso!

Hoy podríamos gritar otro tanto no solo a López Obrador y su falso optimismo sino a la torpe, despistada e insensible Olga Sánchez Cordero, presidenta del Senado y ex secretaria de Gobernación, quien se atreve a decir que ha mejorado la situación de los derechos humanos en México. Le grito yo, aunque no sea diputado gracias a Dios:

—¡Mentirosa! Mil veces farsante.

Vamos a ver si me dejan sobrevivir o me aplican la guillotina a la manera de don Belisario Domínguez... pero sin medalla. Ya se acerca el final de AMLO y entonces observará el miserable lo que es bueno.

loretdemola.rafael@yahoo.com