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Hoy Escriben - Ricardo Monreal

Viraje

En “La edad de la razón”, Jean-Paul Sartre retrata a Mathieu, un hombre al borde de una decisión crucial. Es un ser consciente del mundo que le rodea; por tanto, está obligado a actuaren él, y ya no puede ocultarse tras la comodidad de la indiferencia o la neutralidad. Así descubre que la libertad no es licencia, sino una responsabilidad.

Ese despertar de conciencia no ocurre en un vacío. Es resultado de una época convulsa en que las contradicciones se intensifican y la evasión ya no es opción. De esta manera, el individuo comienza a ver con claridad que toda elección tiene consecuencias, y que optar por el silencio o la pasividad es una forma de complicidad.

Algo similar parece estar ocurriendo con la sociedad estadounidense. Luego del endurecimiento de las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump, el pueblo comienza a dar un viraje. La realidad terminó por imponerse, y con esta, una conciencia nueva: la de que la migración no es un problema, es una parte constitutiva de su identidad nacional.

De acuerdo con las encuestas más recientes de Gallup, el 79 por ciento de las y los estadounidenses considera que la migración es algo bueno para su país. Hace apenas un año, ese porcentaje rondaba el 60 por ciento. Hoy, solo el 17 por ciento la percibe como amenaza. Esta transformación es profunda e importante, porque no se trata de una fluctuación coyuntural, sino de un viraje cultural, social, político y hasta puede decirse que ético.

Las imágenes de familias separadas, de mujeres y hombres perseguidos por el solo hecho de haber decidido cruzar la frontera, buscando una vida mejor y ganarse el sustento de manera honesta, han generado un profundo malestar en el corazón de una nación que también fue fundada por migrantes.

Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum lo ha señalado claramente: México no dejará de alzar la voz frente a la criminalización de las y los migrantes. Lo hizo recientemente, al lamentar la muerte del trabajador connacional Jaime Alanís, durante una redada del ICE. A nombre del Estado mexicano, expresó su firme intención de buscar justicia, incluso en tribunales estadounidenses.

No se trata solo de diplomacia o de derechos consulares; se trata de dignidad. Desde que iniciaron los operativos más agresivos bajo el segundo mandato trumpista, más de 1,400 mexicanas y mexicanos han sido repatriados tras redadas que provocan rupturas familiares, miedo en las comunidades y un ambiente enrarecido en diversas ciudades donde la migración es parte del tejido social.

No es coincidencia que, mientras tanto, aumentara el costo de productos agrícolas en EU. La falta de mano de obra —originada por el miedo a las redadas— comenzó a impactar la economía local.

Las campañas de “autodeportación” y propaganda xenofóbica, financiadas por el Departamento de Seguridad Nacional, también están siendo cuestionadas incluso dentro del propio sistema estadounidense.

El pueblo estadounidense parece estar despertando. Ya no es posible ocultar la verdad detrás del muro del prejuicio ni sostener discursos de odio sin pagar un costo social. Y ese viraje, aunque aún en proceso, es una señal alentadora para quienes creemos en un mundo más justo.

En este contexto, México tiene una tarea: seguir del lado correcto de la historia. No bajar la voz, no dejar solas a nuestras hermanas y hermanos migrantes. En el Congreso seguiremos insistiendo en una política exterior activa, digna y humana. Y en nuestro territorio respaldaremos con políticas públicas eficaces a quienes regresan, no como derrotados, sino como lo que son: heroínas y héroes.

Debemos entender que la lucha por los derechos de las y los migrantes no es ajena. Es parte de nuestra propia batalla por la justicia social. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que solo el pueblo puede salvar al pueblo. Y esta vez, el pueblo estadounidense está comenzando a entenderlo.