“La Chulita”, un siglo difundiendo el arte mexicano

Desde su natal Guanajuato y en busca de una vida mejor, Soledad Espinosa González llegó a esta ciudad en 1903, colocó una mesita en la esquina del Callejón de Betlemitas, hoy Filomeno Mata, y Tlacopan, hoy Tacuba, para vender revistas, periódicos y calendarios. Hoy, un siglo después, el negocio se mantiene ahí.

Soledad había buscado trabajo y sólo encontró de sirvienta. Lo rechazó porque quería ser independiente. Pronto vio que en el Callejón de Betlemitas había una imprenta donde Filomeno Mata editaba su “Diario del Hogar”, y otra donde el doctor Osorio, agrónomo, hacía una revista sobre temas en torno al campo y la agroindustria nacional, y puso su negocio.

Pasaron los años y la mesita sobrevivió a la Revolución (1910-1924). Cuando Francisco Villa entró a la Ciudad de México, trajo costales de frijol y maíz, y botes de manteca de cerdo. La niña Luz Fuentes Espinosa, de siete años de edad e hija de Soledad, alcanzó un bote de manteca y lo llevó arrastrando hasta la mesita donde su madre estaba vendiendo.

Luz creció y con los años se hizo cargo del modesto negocio familiar que fácilmente se puede localizar, pues Tacuba y Filomeno Mata es la esquina nororiente del Palacio de Minería. Ahora el modesto negocio familiar es atendido por el nieto de Soledad, Mauro Flores, quien a sus 75 años de edad llora de emoción al evocar a su abuela y a su madre.

Mauro Flores viste elegantemente y es un caballero en sus modales y en su forma de hablar. Durante la entrevista, varias veces se quitó el sombrero para saludar a clientes, casi todos de la tercera edad, quienes con el paso del tiempo se han convertido en sus amigos y confidentes. “Esta temporada espero vender dos mil calendarios”, confió.

“Primero eran periódicos y revistas y eventualmente calendarios. A finales de los años 30 del Siglo XX, la Revista Sucesos anexaba mapas sobre los avances de las fuerzas de Eje y de los Aliados, antagonistas en la II Guerra Mundial (1939-1945). A veces llegaban los nuevos ejemplares y todavía no se habían vendido los anteriores”, informó.

“Cuando una clienta llegaba al negocio heredado por mi mamá, ya convertido en un puesto de metal como se observa actualmente, ella le decía ‘mire , chulita, éstos están bien bonitos, cuál quiere, cuál le vendo chulita, dígame…’”.

Por eso el local que está sobre la banqueta se bautizó como “La Chulita”.

Don Mauro, quien ha estado en “La Chulita” toda su vida, tomó las riendas del negocio cuando murieron sus padres. Ahora, él manda hacer los calendarios donde se destaca con grandes letras “La Chulita”.

“Vendo cultura y no vicios, es decir, ni cigarros, ni pornografía, ni esoterismo. Respeto a los compañeros expendedores que sí venden esos productos, pero nosotros no”, subrayó, quien para celebrar el centenario mandó a hacer calendarios de bolsillo para obsequiar a los clientes, y otros de escritorio para los compradores más asiduos.

“La Chulita” ha sido testigo de la historia de México durante un siglo. Porque el Internet permite ahora leer los periódicos en línea, la venta de ejemplares impresos ha disminuido, por lo que los calendarios coleccionables que ahí se consiguen son sustento de Mauro, quien ya enseñó el oficio a sus hijos y a su nieto, que actualmente es su nuevo ayudante.