La necesaria segunda vuelta

Gracias a las reformas electorales realizadas desde 1977, México vive una democracia que ha dado pie a la representación de minorías en el Congreso y a la alternancia en el Ejecutivo federal. En las últimas seis elecciones presidenciales, cinco de los seis candidatos que resultaron electos no obtuvieron más del cincuenta por ciento de los votos.

Estos resultados dieron pie a imputaciones, manifestaciones y reabrieron el debate sobre la importancia de realizar una reforma electoral que permita la implementación de un mecanismo de elección popular que derive en altos niveles de legitimidad y de gobernabilidad.

En varios países se desarrolló la segunda vuelta como una opción que blinda al mandatario electo, ya que permitirá a los dos contendientes con los resultados más altos competir por el voto ciudadano en una segunda ronda, en la cual deberá obtener al menos el 50 por ciento más un voto, lo que legitima al candidato ganador.

En América Latina la segunda vuelta es aplicada en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Perú, entre otros. En Europa se implementa en Alemania, Austria, Francia, Finlandia, Hungría, Portugal.

En el caso latinoamericano, en Chile se aplica cuando ninguno de los candidatos alcanza la mayoría absoluta (el 50 por ciento de los votos más uno). En Argentina y Bolivia se realiza cuando la diferencia de votos obtenidos entre los dos principales candidatos es menor al 10 por ciento y ninguno obtiene al menos el 40 por ciento de los sufragios.

Este sistema también conlleva a que los partidos políticos que avanzan a la segunda vuelta se vean en la necesidad de abrirse a posiciones políticas afines y a suavizar posiciones extremistas en aras de conseguir aliados y ampliar su competitividad. Además, es una alternativa que permite al elector indeciso, que no estaba convencido durante la primera vuelta, a reflexionar su voto y a reorientar su preferencia al candidato más afín a sus intereses.

Podemos mirar hacia la experiencia del Uruguay. En los próximos días, los aspirantes del Frente Amplio y del Partido Nacional se enfrentarán en una segunda vuelta para decidir quién toma las riendas del Gobierno Federal por los próximos cinco años. En estos momentos, se encuentran dialogando con las fuerzas políticas minoritarias en un ejercicio extraordinario para fortalecer el debate público en su nación.

La segunda vuelta podría ser el camino para que próximos presidentes de México lleguen al cargo con altas condiciones de gobernabilidad. Al ser una figura que fomenta el consenso, sienta las bases de una transición ordenada, pacífica y aceptada incluso por quienes no se vieron favorecidos. Además, se prestaría para que la cabeza del ejecutivo pudiera establecer la conformación mixta de su gabinete al incorporar a representantes de partidos políticos.

La segunda vuelta es más costosa, pero más gana México con un presidente que gobierne con el voto de la mayoría.