A las mexicanas y mexicanos: No cabe la menor duda de que la inteligencia artificial (IA) ha revolucionado al mundo, su utilidad en diversos sectores, como salud, finanzas, transporte, educación, agroindustria, energético, entre otros, resulta incuestionable. Desde la aparición del internet, ninguna otra rama de la ciencia informática había producido cambios tan vertiginosos y, por qué no decirlo, inesperados.

De un momento a otro la realidad superó la ficción, la IA ha logrado imitar la inteligencia humana, e incluso, de acuerdo con las investigaciones e innovaciones más recientes, superarla.

A través de máquinas, procesadores y software diversos sistemas realizan tareas de procesamiento y análisis de datos, por lo que piensan y actúan como humanos; es decir, pueden tomar decisiones, resolver problemas, responder preguntas y realizar actividades.

Sus aplicaciones prácticas son tangibles y cada vez más se encuentran presentes en nuestra vida cotidiana por medio de asistentes virtuales de voz como Alexa, en nuestros teléfonos celulares y computadoras, en las redes sociales, así como en diversos trámites y procesos digitales en los que interactuamos con asistentes virtuales.

Estos avances han impulsado el uso del big data gracias a su capacidad para procesar grandes cantidades de datos, lo que otorga mayor productividad y mejor competitividad a las empresas, industrias y comercios, posicionándose como una tecnología fundamental.

No obstante, las inmensas ventajas que conlleva la IA, su uso inadecuado constituye iguales desventajas para las personas en todo el orbe.

Una de estas desventajas es el aislamiento social, particularmente entre las nuevas generaciones, quienes cada vez tienen mayores dificultades para expresar sus sentimientos, buscar redes de apoyo y enfrentar sus diversas realidades con mayores herramientas emocionales, de ahí los altos índices de suicidios.

Por otro lado, las desigualdades económicas y sociales tienden a ensancharse, ya que los avances tecnológicos no llegan al mismo tiempo ni de la misma forma a todas y todos; por ejemplo, las personas adultas mayores y con discapacidad y las más pobres no acceden a los beneficios de la inteligencia artificial, lo que las mantiene a la saga y en condiciones de exclusión.

Una de las preocupaciones principales de las y líderes en el mundo ante el exponencial crecimiento de la inteligencia artificial a escala global es la pérdida de empleos, ya que debido a los primeros sucesos en este ámbito se prevé que sea tan vertiginosa como el avance de las nuevas herramientas informáticas, a tal grado que en diversos sectores desplazará a las personas de sus puestos de trabajo.

No podemos pasar por alto que la dark web también ha echado mano de la inteligencia artificial copiando modelos como el ChatGPT, entre otros, los cuales son utilizados por el crimen nacional y trasnacional con fines delictivos, facilitándoles la comisión de extorsiones, fraudes, robo de identidad, etc.

En este sentido, el delito de trata de personas presenta actualmente nuevos modos comisivos, ya que la IA les ha facilitado producir y difundir pornografía, enganchar niñas, niños y mujeres con fines de explotación sexual principalmente y entrar de lleno a la intimidad de los seres humanos al ser poseedores de toda clase de datos personales, tanto a nivel administrativo y financiero como psicoemocionales.

La democracia también es susceptible de vivir ambos lados de la moneda, pues si bien la inteligencia artificial puede fortalecerla al posibilitar una mayor participación de la sociedad, supervisar procesos y prevenir la difusión de noticias y realidades falsas, incluido el uso de bots, también puede ser su principal generadora.

En consecuencia, es necesario cuidar desde todos los ámbitos que el hilo no se rompa por su parte más delgada, es decir, en la desigualdad, ya que mientras sólo las minorías pueden beneficiarse de la inteligencia artificial y las mayorías queden expuestas a sus embates, estarán sujetas a un cuestionamiento ético insoslayable, porque si no sirve a todas y todos, entonces, ¿a quién sirve?