El paro nacional va “con todo”

A veces quisiera uno ser más moderado en nuestros comentarios y análisis periodísticos sobre la política nacional de México, pero la realidad se nos pone enfrente y nos gana.

Desde que llegó al poder presidencial, Andrés Manuel López Obrador ha estado topándose con la realidad a cada rato.

En temas de seguridad la realidad ha dicho otra cosa. Varias áreas de México siguen tiñéndose de rojo.

Ha dicho mil veces que hay avances de su gobierno en materia de seguridad y las ejecuciones, en muchas veces ejecuciones masivas, lo desmienten. Las cifras del mismo secretariado ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad Pública lo desdicen con cifras escalofriantes que han puesto a la parte que lleva de su sexenio como la más violenta de todos los tiempos.

Vender el avión presidencial se veía casi imposible y rifarlo, estaba peor. Desde un principio se veía inviable –casi imposible- vender el avión presidencial que ni siquiera se ha terminado de pagar y, a pesar de eso, insistió en venderlo.

Un año bastó para saber que nadie quiere ese avión hecho a la medida de un presidente. No encaja en nadie más. Ningún jefe de estado manifestó deseos de comprarlo. ¿Para qué? Si algún jefe de estado quisiese un avión presidencial, se comprará uno nuevo hecho a su medida y necesidades.

Después se le ocurrió rifarlo. “Peor tantito”, decían las abuelas. En primer lugar, las rifas de la Lotería Nacional son en dinero, no en especie. En segundo lugar, el avión no es del gobierno federal. Todavía no ha terminado de pagarlo. Por tanto, nadie podrá rifar, en caso de que se pudiese, algo que no es suyo.

En tercer lugar, ¿Quién iba a comprar un boleto con el propósito de ganarse una nave de 130 millones de dólares? Hubiese sido una tontería. Bueno, pues para no hacer el ridículo de que se había equivocado, el presi inventó que siempre sí iba a rifar el avión, pero sin el avión, ¿cómo? Ahh, que rifaría el valor del avión presidencial y para que no se sienta tanto el ridículo hecho por no poder rifarlo, hizo que apareciese en el boleto la imagen del avión y el pretexto de que todos los recursos obtenidos –unos 2 mil 500 mdp- serán destinados para la compra de medicamentos y equipo para los hospitales de zonas rurales apartadas de las áreas urbanas del país.

A finales del mes de febrero –ya estamos en esas fechas- iban a empezar a vender los cachitos de la lotería para rifar seis millones de boletos. El ridículo ha quedado al descubierto. Medio mundo lo sabe y se ríe. Sólo él, sus cercanos colaboradores y los chairos –seguidores radicales- se han puesto una venda en los ojos y no quieren ver la realidad.

El tremendo fracaso de querer encarcelar a Ovidio, hijo del Chapo Guzmán, no poder hacerlo porque diseñaron con las patas el operativo y liberarlo posteriormente, fue un rotundo fracaso de su gobierno en materia de seguridad pública nacional y fueron el hazme reír del mundo entero.

Después vino la matanza de la familia Lebarón, que hasta ahora nunca ha sido aclarada a satisfacción de los deudos.

Ha habido muchos ridículos más. Pero el más reciente tiene que ver con los feminicidios. Ni los gobiernos anteriores y el de la Cuarta Transformación ha podido detener ese fenómeno, el de asesinatos contra mujeres y maltratos por odio.

Asumiéndose siempre como el presidente que quiere dominar a 127 millones de mexicanos sólo con su palabra, minimizó el tema dos o tres veces y en forma muy contundente, en sus conferencias mañaneras. Colocó en forma evidente otros temas de su interés por encima de los feminicidios que tienen a las mujeres mexicanas muy sensibles en este momento.

En una de esas ocasiones, el mandatario nacional ordenó quitar el tema feminicidio de las preguntas del día y pidió inmediatamente al Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, acercarse a él, en plena mañanera, y tomarse la foto con el cheque en mano de 2 mil millones de pesos que, según ellos, habían incautado sólo por un caso de corrupción detectado en el Infonavit.

Gertz se supone que es titular de una institución autónoma. Nada tenía que hacer ahí. Su presencia sólo evidenció que él está subordinado a la imagen presidencial.

En segundo lugar, el dinero recuperado de un acto de corrupción, dicen las leyes, corresponde a los trabajadores y a los patrones. No al gobierno. Pero así sucedió.

El propio Gertz quiso eliminar el delito de “feminicidio”, so pretexto de mejorar los procedimientos para castigar con mayor celeridad y dureza a los crímenes de odio contra las mujeres. El tiro le salió por la culata. Todo mundo entendió, rápidamente, que el gobierno quería borrar del mapa el tema del feminicidio con esa corrección legaloide. No se tragaron la mentira y no permitieron que se eliminara el concepto. Quitar la palabra “feminicidio” del Código Penal haría hacer menos visible el delito. No pudieron quitarlo. Quedaron de nuevo en el ridículo.

Hoy, el tema de los feminicidios le estalló en las manos al presidente López Obrador y a los demás integrantes de su gobierno. Dos casos bastaron para que el vaso se derramara: el asesinato de Ingrid en manos de su pareja sentimental y el de la niña de siete años, Fátima, a manos de dos deschavetados.

Hoy nadie detendrá a un movimiento nacional de mujeres convocado para el 9 de marzo, Día Internacional de las Mujeres.

Los cálculos son bastante realistas y previsibles. Que muchos millones de mujeres no trabajarán ese día en protesta porque el gobierno y sus instituciones nada han hecho para acabar con la impunidad con los delitos de odio cometidos contra las mujeres.

Todos esos casos, aquí señalados, y muchos otros que han estado a la vista de todos, son indicativo claro que los caprichos oficiales han obstaculizado la ejecución de políticas públicas funcionales. La mayoría ha fallado.

alexmoguels@hotmail.com