Prensa, Foco Rojo

El día del Cartero

Jair Bolsonaro, quien ganó la presidencia en Brasil con escaso margen, ha sido calificado de cien maneras que se resumen en una: es un fascista exacerbado cuyas consignas, entre los suyos, apuntan hacia los vítores por el retorno de la dictadura aunque nos parezca increíble. El sujeto es demostración de un severo retroceso en las líneas democráticas y una más honda, dolorosa, manipulación colectiva; por eso mismo se dejó en la cárcel, y en el olvido, a Lula da Silva cuyo prestigio le señalaba para reelegirse, otro mal endémico que convierte a la democracia en decrepitud. Ya hablaremos de ello.

Por el momento, Bolsonaro, cuyos discursos de odio sea por cuestiones de género o racistas le retratan, se ha dado a la tarea de amenazar a los periodistas y a los medios –un recurso que toma vuelo entre los autócratas-, diciéndoles que cerrará y callará a las empresas informativas y a los colegas que lo cuestionen o critiquen cancelando con ello todo resquicio para el ejercicio de la libertad de expresión. Sólo el gobierno de la ultraderecha tendrá la última palabra sin analizar el fondo de los cuestionamientos ni contar con más elementos de juicio que sus propias vísceras. Esperemos que la condena fútil no llegue a México por la marejada de la represión.

Al mismo tiempo, el anaranjado Donald Trump, quien gusta de rodearse del color dorado hasta en la Casa Blanca acaso como si con ello deslumbrara por su riqueza personal y no por su liderazgo cuestionable –pese al apoyo de racistas, xenófobos, misóginos y, en fin, fascistas-, si bien cambió la perspectiva a favor del partido llamado demócrata el pasado martes, culpa de todo y para todo a la prensa que no cesa de mostrarle sus excesos, exabruptos –algunos los ha rectificado-, como si narrar los hechos fuera el numen de la tragedia americana cuya sociedad se acerca, cada día más, al espejo de la Alemania de la década de los treinta del siglo anterior.

Por ello, insisto en el linchamiento iniciado por el presidente Andrés Manuel –de quien he señalado también sus virtudes y capacidad de dirigente-, hacia los periodistas que no concuerdan con él o muestran los otros lados de las monedas lanzadas al aire y cuya cara es la de Manuel Bartlett o las de Durazo, Esteban Moctezuma –muy diferente a su hermano Pablo, éste sí izquierdista de verdad-, Olga Sánchez Cordero y hasta el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval González, quien nació en Mexicali y fue cercano a la familia zedillo y a la del padre biológico de éste quien, es obvio, no tenía este apellido.

La tendencia es ominosa: reducir los espacios para la crítica, amedrentándola, y a la democracia cerrando las vías de desfogue necesarias para un correcto funcionamiento de la maquinaria política. No es esto, creo yo, lo deseable; más bien, apuesto por el exceso de los informadores más que por la persecución. Ya lo he dicho y lo sostengo; en cualquier diferendo entre los periodistas y el gobierno estaré, siempre, del lado de los primeros porque éstos no tienen el poder, ni el capital, ni el dominio de los escenarios públicos como sí cuentan con todo ello los ejecutivos de los tres niveles: municipal, estatal y federal.

No caiga en el ominoso grado de represor, señor presidente. Destazaría con ello la confianza pública cuando todos alumbramos con esperanza el inicio de su gobierno, hace apenas once meses y días, cuando nadie se atrevía a mencionar un “golpe de Estado”.

La Anécdota

La efeméride de mañana, 12 de noviembre, era casi festiva en el México de hace apenas tres décadas; la tecnología, de hecho, arrasó con el “día del cartero” lo mismo que con las amables y generosas despensas a los policías de tránsito cada que llegaban las fiestas de Navidad. A cambio de ello nadie se ha preocupado por crear “la semana del hacker” para honrar así a los nuevos soldados de la cuarta transformación y, sobre todo, a cuantos han sido, hasta dentro de dieciocho días, los adalides del régimen putrefacto de pela nieto.

Ya va siendo hora de pensar en ellos, sumados a los célebres “bots” cuya miseria humana los impulsa a crear campañas contra quienes ejercen su libertad y señalan atropellos, abusos y tropelías que, hasta hace muy poco, eran negadas y ahora están al descubierto. Lo mismo parece estar sucediendo ahora. Cuidado. La ruta es la peor que puede escoger el presidente electo cuando no requiere callar a sus críticos considerando los niveles de apoyo que tiene aún.

No tiene sentido volver gigantes a sus cuestionadores cuando tanto poder aglutina. Va la carta, ojalá llegue.

loretdemola.rafael@yahoo.com