Encuestas Torpes

Navegantes Ciegos

Van por aquí y por allá las encuestas de todo tipo: sobre la popularidad del mandante, acerca de las pujas de las corcholatas y los esfuerzos de quienes siguen en busca de la candidatura del frente opositor manteniendo un hálito ante el apresurado vendaval llamado Xóchitl o “señora X” que con esta letra pueden construirse hasta poemas; por ejemplo, el Credo Mexicano de Ricardo López Méndez, yucateco de origen y mexicano universal:

México creo en ti

Porque escribes tu

Nombre con la “X”

Que tiene algo de

Cruz y de Calvario.

Por ausencia de cultura patria elemental, López IV acaso olvidó lo anterior para tratar de sostener el absurdo de una enajenado andanada contra Xóchitl Gálvez llamándola “señora X” mientras a AMLO se le podría calificar como “el señor Z” porque va detrás de los presidentes mexicanos que más hemos padecido, esto es como el fin de un alfabeto doliente con miles de cruces en el cementerio del poder.

Por ello no creo en las encuestas que conceden al personaje una supuesta aprobación de más del 50 y hasta el 60 por ciento de los mexicanos. Solo si vivimos bajo la rigidez de una nación masoquista, presta a los silicios y los latigazos que a los dementes causan placer por una deteriorada idea de la espiritualidad, podríamos aceptar esta deformación.

¿Qué pasa entonces? Lo observamos muy claro: el sistema, esto es el gobierno de Andrés que absorbió los vicios del pasado y agregó los propios, está tratando de manipular a los futuros votantes con la idea de una ventaja irreversible a favor de la Morena o la “prieta linda” del señor que se apoderó del Palacio Nacional, la sede del Ejecutivo cuyo destino cierto es un exorcismo a fondo apenas cause baja la administración actual y los demonios se salgan de allí, esperemos bajo la tempestad de la justicia.

Es sencillamente imposible -lo reiteramos- que López IV tenga, a su favor, al doble de quienes sufragaron por él en 2018. Si se habló de 30 millones de votos entonces, ¿es serio considerar que en este momento, únicamente basados en el Padrón Electoral, tenga el conjuro marrullero de sesenta o más millones de simpatizantes cuando es obvio que la frustración de quienes por él votaron es enorme y con ello la reducción del “voto duro” del célebre mesías de Macuspana. Cuando menos un tercio de cuantos favorecieron a AMLO en 2018 -y nos vamos muy bajitos- han desertado e incluso lo aborrecen más que sus mayores críticos. Hablamos de, cuando menos repito, de diez millones de ciudadanos con lo que le quedarían 20 millones con los cuales ni él ni sus corcholatas podrían ganar una elección.

Habrá quien sostenga, ante la evidencia que no es posible ocultar, que la popularidad del tabasqueño se debe, sobre todo, a la distribución de los bonos bimestrales a los adultos mayores, discapacitados y ninis. He aquí uno de los misterios no resueltos: si la compra de la conciencia política de los más necesitados es el factor de triunfo, como alguna vez reconoció el propio López IV, estamos ante un desafío tremendo, el fin de la democracia por la vía de la manipulación propagandística.

Por ello el fenómeno Xóchitl rompió con el esquema por más de desde la desmañada oratoria presidencial se insiste en que tiene millones por efecto de dos exitosas empresas de su propiedades -a las que contrató también la administración de Andrés-, dirigidas actualmente por sus hijos a quienes pretende el gobierno miserable tratar como si fuesen delincuentes por supuestas, más bien ilusas, defraudaciones al fisco.

Lo anterior deja claro que en esta materia, la del terrorismo fiscal, tanto el SAT como la Unidad de Inteligencia Financiera, mediante la línea del Ejecutivo, solo actúan a petición del mandante dejando claro aquello de que los amigos gracia y a los enemigos golpes bajos no solo “justicia” vendida al mejor postor, en este caso a los aduladores de AMLO tan voraces como ningún otro grupo de políticos-empresarios de la historia. Ni siquiera bajo la ominosa presencia del enajenado barbado de Miramar hace poco más de ciento cincuenta años.

La Anécdota

Centrémonos en los aspirantes presidenciales y en los miles de aspirantes a obtener candidaturas para nueve gubernaturas, 31 congresos locales, además de diputados y senadores y mil 560 ayuntamientos además de las 16 alcaldías de la Ciudad de México. Una verdadera red de cavernas, la mayor parte de ellas con aduanas de los sicarios del narcotráfico, secuestradores -otra vez en crecida- y otros criminales como los asesinos a sueldo de los caciques políticos. No es poca cosa, desde luego.

Es claro el derroche de las llamadas corcholatas y su deplorable efecto: los futuros electores han observado, muchos con rabia, las mentiras e ingenuidades de los postulantes que creen ser superiores a sus acarreados, no todos ellos sus simpatizantes, y los tratan como párvulos creyendo que los van a conquistar bebiendo agua de chía o montándose en una motocicleta o incluso en la ya famosa bicicleta de Xóchitl -ojalá ésta no recurra a esta artimaña con tanta frecuencia porque ya no sirve aunque se la haya copiado Claudia Sheinbaum sin casco-.

A veces nos da la impresión que estamos en una carpa de tres pistas: una la de las corcholatas, otra la del frente opositor y una tercera en donde los hastiados comen su lunch sin voltear a ver hacia un lado u otro. La central es la de estos últimos porque bien se sabe que los abstencionistas y los indiferentes son quienes dan el triunfo al partido en el gobierno. ¿Es ésta la nueva apuesta del mandante pelafustán?

loretdemola.rafael@yahoo.com