*Petróleo volátil

*Crisis explosiva

Estamos cerca del 18 de marzo y, la verdad, pocos recordarán la efeméride en el “nuevo” mundo en donde caben todas las incongruencias y falacias concebibles. Bien sabemos, además, que el petróleo ya no es nuestro y, si acaso, una sola familia oriunda de nuestro país, la del señor Carlos Salinas, intocable, ha sido capaz de beneficiarse, mediante acuerdos soterrados, de la privatización gradual de la riqueza del subsuelo de nuestro país; se trata de Sierra Oil&Gas, manejada por Jerónimo Marcos Gerard Rivero, hermano de Ana Paula, segunda consorte del exmandatario.

Hoy, el vaivén del petróleo pone en jaque a la economía mexicana y a la pretendida 4T. Todo parece revertirse para asfixiarnos. En años anteriores, en unos cuantos días, el derrumbe de los precios fue del 31 % situándose en 24.4 dólares por barril, el 11 de marzo de 2020, y el vaivén continuó en medio del caos provocado por el coronavirus y el desabasto de medicinas y hasta de agua en los hospitales. Y en 2022, también en breve lapso, el barril de nuestra mezcla del crudo pasó de 60 a 110 dólares y hoy está a 74 dólares. Quien lo dude, desde la comodidad de la falsa izquierda burguesa, que salga a las calles y pregunte. Para 2022 se previó un costo de 55 dólares por barril. Y, por en marzo del año pasado estaba en 69 dólares por barril. ¿Qué se hace con los excedentes? Sobre todo, con los de un año a otro tomando en cuenta un alza de cinco dólares en un año. ¿Regalarles trenes eléctricos a los más jóvenes de los hijos de AMLO y miembros de su gabinete?

La moderna aristocracia mexicana, por cierto, tiende mucho a fraccionar nuestro país cual si estuviera en oferta con tal de depositar, en los bancos anglosajones o en los paraísos fiscales, sus redituables ganancias a través de triangulaciones, siguiendo “El Método Rosario” —por la señora Robles que manejó así tres mil 847 millones de pesos, si bien ya se habla de hasta seis mil millones como denunció el panista bajo el microscopio, Ricardo Anaya Cortés—, a costa de los mexicanos quienes deben soportar las cargas de las deudas públicas, y la de sus entidades, obviamente inconstitucionales porque los empréstitos jamás fueron destinados a las obras públicas; en vez de cumplir este antiguo precepto de la Carta Magna, lo modificaron y cercenaron para alivio de la clase política miserable.

Ni hablar del petróleo ni del indio magnífico de Guelatao; al contrario, ahora, en lugar de enfrentar el presente para construir el futuro se pone en duda la grandeza del Benemérito —acaso porque es la figura más mencionada por Andrés y sus opositores proceden hasta con la intolerancia histórica, con una bastardía intelectual degradante—, y se transgrede la crónica nacional extendiendo la idea de que cuanto sucedió en defensa de la soberanía nacional —gestas superiores a las de cualquier otra nación—, son poco menos que los cuentos infantiles con los cuales se entretiene a los pequeños en las ferias de libros patrocinadas por gobiernos censores. Porque lo sé, lo hago constar.

Pareciera, en esta hora oscura, que la obligación de escritores y periodistas es la de callar, simplemente, para vadear los escándalos conocidos y no inhibir los sufragios en potencia habida cuenta de que los señalamientos a los aspirantes y sus dirigencias suelen modificar el criterio de los presuntos electores y así doblegar a la democracia... cuando se trata de lo contrario.

Más vale una denuncia a tiempo antes de corroborar instintos y argumentaciones radicales de los postulantes cuando ya no tengamos remedio y ejerzan el poder para nutrirse del mismo en una ensalada de egolatrías sin final posible. Por supuesto, con ello quieren desterrar al debate y, claro, a la crítica, haciendo crecer el paraíso de la autocracia. El fin de los cuestionamientos es el escenario ideal para los explotadores y manipuladores de conciencia quienes ahora, envalentonados por su propia impunidad, repelen a escritores, periodistas y líderes de opinión.

Como siempre insisto: el tiempo nos dará la razón, como ha ocurrido decenas, cientos de veces en el último medio siglo, lo que llevo tecleando e informando sin apego a las líneas gubernamentales.

La anécdota

Los retos están a la orden del día; sólo falta que los protagonistas, a la vieja usanza, se golpeen con un guante blanco para iniciar un duelo a muerte en el camposanto, a las doce de la noche, cuando las intranquilas conciencias duermen si pueden.

Los defensores de Andrés insisten en que no puede cargarse al gobierno mexicano el efecto de los sacudimientos del exterior; los que lo cuestionamos insistimos en que ninguna medida se tomó para prevenir la situación y el coronavirus nos encontró con desabasto de medicinas y escasez de agua gracias, sobre todo, a las empresas privilegiadas, como las de Alfonso Romo Garza —otro intocable— y a las multinacionales que la absorben por completo.

Cada bando tiene algo de razón. El primero porque es evidente que los golpes de fuera, la invasión rusa a Ucrania por ejemplo, hubiesen sacudido a cualquier gobierno, incluso al más firme o al más democrático que distan tanto de México; el segundo porque es una realidad que la crisis global no fue sorpresa y que la negligencia gubernamental ha sido tanta como los efectos externos.

En medio, como siempre, estamos la mayoría silente acaso esperando que las mujeres, ahora con el poder de las convocatorias en las manos, nos saquen del atolladero.

loretdemola.rafael@yahoo.com