*No es invulnerable

*AMLO al destierro

No es invulnerable y, desde el pasado miércoles 6 de marzo, tampoco le sirve el blindaje de Palacio Nacional para refugio de sus temores. Los padres de los normalistas de Ayotzinapa, dolidos por la ausencia de veracidad en las distintas versiones sobre las desapariciones de sus 42 hijos —el otro, el 43, era un infiltrado militar—, sin que el mandante haya dado la cara siquiera para intentar solventar la crisis que no solo es una vergüenza nacional para los herederos de Peña Nieto sino que la impunidad se extiende al presente sin cauce ni rumbo.

El portazo al Palacio Nacional, como si hubiese sido el asalto con catapultas del medievo a los castillos y sus fosos, significó el hartazgo de una población que va creciendo al grado que hasta los momios oficiales sobre la supuesta popularidad del mandante se han reducido a un 53 %, casi tan bajos como los que tenían algunos de sus predecesores a estas alturas; esto es, quienes se encargan de presentarlos cuidan muy bien la aureola de su contratador.

Además, y aunque sea complejo y peligroso afirmarlo, tal pareciera como un preámbulo de cuanto puede suceder si una ciudadanía infamada por una elección de estado o, peor, un fraude comicial, toman un camino semejante sin detenerse en ellos umbrales y llegando más arriba incluso con el auxilio de algunos mandos militares. La hipótesis es muy difícil de asimilar pero absolutamente posible y tal debe haber golpeado la patética insolencia de Andrés Manuel quien ya sabe que su familia y él perdieron la historia.

Lo más notorio de la situación fue, precisamente, la incapacidad de los soldados que custodian el recinto del Ejecutivo, en donde además vive y duerme el titular del mismo, para frenar no una sino hasta cuatro veces los impulsos de un pequeño grupo de ciudadanos quienes se sienten afrentados. ¿Acaso los custodios del Palacio no percibieron el ataque enfurecido de las decenas de manifestantes? ¿Por qué dejaron hacer y pasar a los iracundos, cuyas razones no vamos a cuestionar, a casi una década del acto brutal que les privó de sus hijos o hermanos y conmocionó al mundo entero?

Precisamente por lo anterior es de suma gravedad lo sucedido porque refleja la inercia, que es cauce de la soberbia de las autoridades comenzando con la cúspide de la pirámide, de un gobierno desbordado por la realidad y aislado de un pueblo al que pretendió servir y acabó sirviéndose del mismo, intentado comprar sus voluntades para forzar sus votos en pro de la oficialidad en un ejercicio envilecido y costoso, esto es como jamás se había visto.

El “bienestar”, como lo plantean los adoradores de la 4T, es igual a sumisión y silencio, una doctrina derivada del viejo fascismo que entronizó a Mussolini y que Hitler convirtió en nazismo para infringir a la humanidad toda, el más duro golpe de su historia. Por supuesto, si de comparaciones se trata éstas le vienen bien al huésped escurridizo del Palacio vulnerado y no, por supuesto, la histriónica equiparación de la pobre marioneta Claudia Sheinbaum quien se atrevió a emparejar a AMLO con Nelson Mandela y Martin Luther King. Le falló un poco la memoria y no recordó la señora en campaña a Gandhi o, ya en el colmo de lo impensable, a Jesucristo. Ganas no le debieron faltar; distracción extrema, sí, que la candidata oficial también sufre tratando de defender a su ícono por encima de su propia y aturdida personalidad.

Estamos, desde luego, en un escenario inédito en el cual el mandante —pelafustán por pandillero grotesco—, sigue buscando la luz de las candilejas como diría Charles Chaplin, el genio del cine mudo que también supo componer la bella melodía que todavía hoy retrata al soberbio huésped de los mexicanos, los mismos que permitimos el absurdo de trasladar al Palacio Nacional las habitaciones que debieron ser de Los Pinos, bastante más austeras, en uno de sus actos más estridentes de su demagogia infecunda y ruin.

La anécdota

No había ocurrido un golpe tan grave al recinto, desde el atentado que sufrió Pascual Ortiz Rubio en 1930, acaso fraguado por quien pretendía y fue “jefe máximo” por encima del poder presidencial, a las puertas del Palacio Nacional tras su indecorosa asunción sin el menor respaldo popular —era sí un títere como hoy lo es la señora de Tarriba, el apellido del consorte ligado a los narcos y al que nadie investiga pese a pruebas fehacientes de sus nexos con Amado Carrillo Fuentes y el intocable Ismael “el Mayo” Zambada García, quien a sus 76 años nunca ha sido molestado por la justicia—.

Esta condición, la del esposo de la aspirante morenista, es prueba más que fehaciente de su programa ampuloso de gobierno: nada de violencia contra los criminales sin el menor rescoldo de justicia. Esto es, en lugar de abrazos, besos de mujer engallada. Una terrible distorsión de cuanto debe entenderse por transformación en el círculo del muy delicadito Mario Delgado, quien pinta de cuerpo entero a la Morena dirigida desde arriba y con él como instrumentador de los absurdos: basta analizar las listas de sus aspirantes a diputados y senadores, también de sus abanderados para ocho gubernaturas además de la Ciudad de México, para confirmar sus patrocinios y deberes con el crimen organizado a la cabeza; por eso es Claudia la que ganó la encuesta al sometido excanciller Marcelo cuya vida política terminó al aceptar una condición indecorosa, en el séptimo lugar de los plurinominales, por detrás hasta del pandillero vociferante, Gerardo Fernández Noroña quien se sitúa en el quinto puesto.

Antes se decía que siguiendo la ruta del dinero se encontrarían los orígenes de los males; ahora basta, por desgracia, medir los derroteros de quienes vuelven o ser incorporados a la mafia del poder para así poder retratar al régimen más infame, por criminal, de la historia de México.

loretdemola.rafael@yahoo.com