Difícil de Comprender

De Climas Asfixiantes

La verdad, no pocas veces me pregunto cómo es que un mandante cuya gestión ha resultado casi catastrófica en los distintos rubros gubernamentales, además de haberse postrado ante la Casa Blanca y traicionado a sus principales banderas sociales, sobre todo la concerniente a la lucha contra la corrupción y derivada de ella el comportamiento político austero, sigue siendo apoyado por no pocos mexicanos —la mayor parte de ellos en situación precaria y sin acceso a la cultura elemental—, con acentos de fanatismo fascistoide.

Expreso que cuando me he encontrado a alguno de los simpatizantes incondicionales de Andrés Manuel me he tomado el tiempo necesario, aun cuando tengo prisa, de dialogar y esperar argumentos que justifiquen su simpatía hacia el mandante-mandatario. La discusión dura muy poco, tanto como la ligereza de sus argumentos centrados en la equivocada idea de que ha hecho mucho por los pobres. ¿Con casi cinco millones de mexicanos más en la miseria extrema desde 2018?

En épocas anteriores, durante la hegemonía priista o los 12 años del panismo desorbitado, las equivocaciones no se perdonaban y, al contrario, se producían no solo el desencanto ya habitual sino manifestaciones dolientes y un profundo desprecio hacia los distintos titulares del Ejecutivo. Que yo recuerde, en nuestra era el último presidente que se retiró con aires de popularidad de Palacio Nacional fue Adolfo López Mateos... en 1964.

Todos los siguientes, predecesores de López Obrador, fueron linchados públicamente a la manera de los mexicanos: con pasividad en las acciones y contundencia en las palabras más sonoras contra cada uno de ellos. Díaz Ordaz fue llamado genocida al igual que Echeverría; López Portillo fue el numen de la frivolidad en escalas casi inentendibles; Miguel de la Madrid fue llamado mediocre, asesino y ladrón; Salinas, el genio del mal; Zedillo, el empobrecedor “doctor Z”; Fox, el ególatra y locuaz mandilón; Calderón, el “espurio” que se rodeó de militares; y Peña... bueno, a éste le dijeron de todo cuando perdió el encanto con las masacres de Tlatlaya y Tanhuato, amén del terrible drama de Ayotzinapa en la franja del oro, recurso tan saqueado por las compañías canadienses.

Pero ahora, los males son bastante peores y hay quienes insisten en las bondades empíricas del “cabecita de algodón” a pesar de la inmoralidad de sus familiares —hijos, hermanos, primos, sobrinos—, y de los miembros más destacados de su gabinete. Y no se ose hablar de ellos, porque las armas persecutorias de la calumnia y la manipulación corren a la par incendiando escenarios y salpicando a los órganos internacionales, como ocurrió con el Parlamento Europeo y recientemente con Perú, Bolivia, y la OEA, en franca debacle de la investidura presidencial.

Todo lo anterior tiene agregados infames: los excesos de gastos en sus obras emblemáticas, calculadas en principio por la Auditoría Superior de la Federación —un organismo al que debería defender la Cámara de Diputados a la que pertenece en vez de intentar silenciarla—, la persistente violación a la Constitución incluyendo el desprecio a las reglas del juego electoral, concretamente del proceso de revocación, la torpe pelea contra quienes no concuerdan con la suprema voluntad y, en fin, la resurrección de las empresas que extreman sobornos como Odebrecht y Backer Hughes.

¿No es suficiente para despreciar al régimen que transcurre hacia abajo —no con altibajos, porque altas no hay—, y miente rotundamente respecto a la calidad de sus “obras” —o sobras—, como el inaugurado aeropuerto de Santa Lucía con escaso pasaje aún, ¿menor al del aeropuerto de Toluca?

Mientras tanto, agoniza, ya desde ahora, un régimen que no venció al viejo sistema y, al contrario, lo hizo más pendenciero, hasta vulgar, en medio del terrible desasosiego de la comunidad nacional.

La Anécdota

Morena ha logrado voltear de cabeza al mundo. Fíjense: en Tlaxcala, alejada de las costas, cuando menos 206 kilómetros en su punto más cercano, se realizó en 2022 un torneo de voleibol, ¡de playa! Y luego se dio un segundo, de perspectiva mundial, en 2023. Con esto parece dicho todo. Como complemento se cerraron las calles del primer cuadro de la capital de la entidad para llenarlas de arena y albergar el capricho absurdo de la gobernadora morenista Lorena Cuéllar Cisneros, nieta de dos ex gobernadores priistas y sobrina del primer candidato del PRI perdedor en la entidad en 1998.

La final se realizó en la plaza de toros —con arena de playa—, mientras transcurría el carnaval (¡a puerta cerrada!), en el Centro de Convenciones a donde confluían las combis con leyendas muy llamativas: “Tlaxcala dice adiós a la Pandemia”. Mientras, en China se aislaba a nueve millones de personas por un nuevo brote de covid.

¡Qué bien se maneja la 4T! Por cierto, me dicen que Mérida, Yucatán, solicitará la sede de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno. (Es sarcasmo; no sea que algunos morenistas pretendan obtener, desde ahora, sus boletos vip.)

loretdemola.rafael@yahoo.com