Contigo en la distancia… ni el Covid mengua el amor

Manos sinuosas, teñidas de tiempo, extraña poesía tallada en la piel con toda la lozanía de comisuras y pliegues que se unen y dejan ante la gravedad del tiempo que destila impaciencia y que nadie vence sino Dios.

Pienso incesantemente en esas bellas y móviles proezas talladas de historias, labradas de lagrimas que contuvieron con gran compasión acariciando la infancia atrevida o la adolescencia imprudente y sus prematuros amores roídos. Esas manos divinas de nuestros padres y abuelos que se unen en continuo de rezos que ni imaginamos por los que bregamos en las tormentosas olas de la hora productiva. En donde es preciso estar en algún frente de sobrevivencia por nuestros dependientes lidiando con el terrible Covid-19.

Es imposible no sentir la fuerza de sus oraciones al amparo de su otrora bulliciosa casa, ahora agridulces museos, espacios antes inundados de bullicio y consentimiento de las pillerías de los más pequeños.

Esta navidad la historia por el bien de ellos es así, solitaria, con escasas llamadas, tratando de aferrarse a esa tecnología de las conexiones vía zoom, que muchos no logran entender o se resisten en el fondo de su alma a resignarse a la virtualidad eterna. Hay que entenderlos y cuidar su salud, el bien más preciado su permanencia en la tierra debe ser preservado con verdadero amor y decirles de todas las formas posibles que ahí estaremos, amándolos de verdad con ellos en la distancia.

Esta demostrado que el mayor daño, las mayores consecuencias en caso de enfermarse de Covid recaerán en el organismo más añoso, con enfermedades llamadas crónicas como la diabetes, la hipertensión y el sobrepeso. La longevidad es un maravilloso regalo que pocos disfrutan, es la posibilidad de conocer más de una generación y vislumbrar en la sonrisa de tu nieta atisbos de la tuya, en la virtuosidad o afición por las artes en tu bisnieto esa huella de tu propia historia y pasiones. Pero hoy se precisa de un alto, de respirar y replantar un esfuerzo que desgarra, si, pero que nos da la única posibilidad de seguir adelante y volver a reencontrarnos es un verdadero mañana esperanzador, que se antoja pleno de árboles y nubes osadas, las más bellas y nunca vistas.

De momento sin excepción debemos salvaguardar esas manos suaves, las que nos han curado sin titubeos de todas nuestras caídas sin importar el trazo del tiempo, esas bellas manos curadoras deben permanecer en el dintel conteniendo lo que se atora en el alma de sus cuerpos y vida que no vemos, deben detenerse con trémulo temblor en los muebles frente a las fotos de los que hoy no pueden abrazar.

Nuestro abuelos y padres deben fingir con estoicismo que son fuertes, aunque se les mueva el alma en una ácida lágrima. Pero es mejor así, y por ello debemos llamarlos una y las miles de veces insuficientes para explayar lo que nos significan en la conjugación del tiempo “siempre” al amor y gratitud que solo existe en el corazón de los hijos sensibles.

Hoy el amor tiene otra cara, la de la contención, la del espacio denso pero que garantiza la posibilidad de respirar del otro.

Son momentos de tensión emocional, en donde la sien no se haya, no encontramos esa magnifica y cálida oquedad en donde habitualmente se desvanecen todos nuestros problemas ante en consabido olor de nuestros padres.

Sólo la fe en la propia disciplinada humanidad y la revaloración profunda de lo que son las relaciones nos transformará en esa humanidad utópica más empática y firme en los valores perdidos.

Contigo, contigo en la distancia … mi ser querido…. te amaré librándote de esta enfermedad.

tintaynovela@hotmail.es