Alguien un día me contó un chiste. Me dijo así: “es que hay adjetivos que solo existen en femenino: como ofendida, como indignada”. Naturalmente, me ofendí y me indigné; pero lo problemático es que muchas personas creen que el resultado del machismo es sólo una bola de mujeres ofendidas e indignadas. Pero no. En vez, el resultado del machismo es la opresión sistemática no sólo de las mujeres y de las niñas sino de toda persona que no se identifica como hombre heterosexual.

El machismo en México está tan normalizado que 7 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia de género y los feminicidios derivan de esta violencia. ONU Mujeres estima que a diario 9 mujeres son asesinadas aquí. El hecho que las personas trans tienen un promedio de vida de 35 años, es también resultado de la violencia, opresión y discriminación del sistema patriarcal. Otro efecto del machismo es que mientras, según el Inegi, 50% de las mujeres han sufrido violencia por parte de su pareja. Un hombre usa su poder para decidir que la red nacional de refugios es menos importante que subsidiar su deporte favorito. Las muertes por abortos clandestinos también son resultado del machismo ya que para estas mujeres no hay alternativa de interrupción del embarazo segura y legal.

Que las mujeres ganen menos que los hombres por trabajos similares y que tengan acceso a menos oportunidades de crecimiento profesional es otra injusticia que también es efecto del machismo. Que el trabajo en el hogar y el cuidado de la niñez no se reparta parejo entre la mujer y el hombre es machista y contribuye a los resultados desiguales entre géneros en el ámbito profesional. Que las mujeres carguen el apellido de su esposo y que los hijos reciban el apellido del papa es invisibilizarnos.

La retórica de que las mujeres están locas, son difíciles y demasiado sensibles, es violencia machista y pretende invalidar sentimientos y experiencias, para no pedir perdón, no asumir responsabilidad y no enmendar conductas y reparar daños. Que un hombre se sienta ofendido cuando una mujer levanta la voz ante estas injusticias es evidencia de que no está listo ni para reconocer que sus acciones, pensamientos y actitudes son parte de esta violencia y mucho menos para asumir responsabilidad.

El problema está en la ignorancia o en la inconveniencia de reconocer que si tú eres un hombre que siempre ha respetado los límites que te han puesto las mujeres y nunca has abusado verbal o físicamente de una mujer no eres un hombre bueno, eres normal. Los hombres que quieren ser feministas deben, de entrada, no tolerar ni una violencia machista, deben aprender a decir cosas como “eso no es chistoso” “oye, acabas de interrumpirla” “amigo, eso que estás diciendo, lo acaba de decir ella”. Deben también usar su privilegio para ceder los espacios que ellos tienen a mujeres y a personas no binarias, en lugar de intentar hacerlos feministas.

Ya dense cuenta que no dan miedo los datos, dan miedo los hombres. Ya no queremos andarnos con cuidado ni que nos digan que nos andemos con cuidado; queremos que se entienda que la causa de una violación es el violador y que nunca más se atribuya a andar sola o en minifalda. Ya no queremos cambiarnos de banqueta para no tener que toparnos con ustedes, ya no queremos que sean necesarios los vagones de mujeres.

El feminismo no se trata de igualdad, sino de liberación del patriarcado de las mujeres, niñas y personas no binarias. El feminismo busca un sistema libre de opresión. Se trata de aprender a ser conscientes de nuestro privilegio y de nuestros derechos y de que mientras todas las personas no se encuentren libres de opresión y discriminación, ninguna es libre.

Profesora de Economía de la Desigualdad en la Universidad Iberoamericana.