¿Qué comparten Filipinas y México?

Los vínculos que unen a Filipinas y a México van desde lo histórico hasta lo social: por generaciones hemos escuchado sobre el mango de Manila, de la famosísima “China Poblana” o de las antiguas peleas de gallos; compartimos similitudes en lo cálido de nuestra “personalidad”, en algunos nombres y hasta en el culto a la Virgen de Guadalupe.

Esto se debe a que por décadas, esta nación, ubicada al sudeste de Asia, fue parte de la Corona Española. Fernando de Magallanes, marinero portugués que prestó sus servicios para el Imperio Español, llegó a las Islas Filipinas -nombradas así en honor a Felipe II- en 1521, el mismo año en que cayó la Gran Tenochtitlán.

Sin embargo, fue hasta 1564 que el conquistador Miguel López de Legazpi zarpó de Barra de Navidad, Jalisco, para continuar la conquista de las Filipinas e integrarlas a la Corona Española.

A su llegada, estableció la ciudad de Manila y, una vez instalados, se determinó que debido a la distancia entre España y las Islas, éstas serían administradas por el virreinato de la Nueva España, que tuvo la obligación de evangelizar, extender el idioma y la cultura.

El 8 de octubre de 1565, fray Andrés de Urdaneta llegó a Acapulco, Guerrero, después de haber realizado un viaje por Asia, marcando el inicio de una de las rutas comerciales más importantes de la época y que fue funcional alrededor de dos siglos y medio: la Europa, Asia y América, a través de la ruta Manila- Acapulco-Veracruz-Cádiz.

Comerciantes y personas de todas las clases sociales de la Nueva España acudían al Puerto de Acapulco a recibir con gran fiesta al Galeón de Manila o “Nao de China” para comprar, con la rica plata mexicana: seda, telas, especias, joyas y un sinfín de artículos que traía la nave de su recorrido por Asia, sorteando toda clase de peligros en el camino.

El comercio marítimo del Galeón de Manila convirtió rápidamente a nuestro país -en ese tiempo virreinato- en el principal punto de intercambio entre Asia y América, por lo que gran parte de la mercancía que provenía de Oriente se quedaba en el Puerto de Acapulco para ser distribuida dentro del territorio y parte de los otros virreinatos.

El resto de la mercancía era trasladada hasta Veracruz, donde ya la esperaban los Galeones Españoles listos para emprender el viaje rumbo a Europa. Se dice que los artesanos novohispanos se inspiraron en los jarrones de la dinastía Ching para la elaboración de cerámica. También que de las coloridas telas y sedas surgieron los rebozos y vestidos multicolores que se convirtieron en trajes típicos: como ejemplo está el de la famosa “China Poblana”.

Las flores que adornaban los arcones de Oriente pasaron a formar parte de las vasijas y platos. Las maderas crearon portales y vistieron a las iglesias o parroquias con miles de santos: como testigo de aquella época está la reja que rodea los órganos del Coro de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, que fue fundida en China y transportada en el Galeón de Manila.

La Independencia mexicana y su repercusión en Filipinas

Al estallar la Guerra de la Independencia en México, integrantes de diversos grupos de “rebeldes” mexicanos fueron enviados a Filipinas a cumplir condenas. La enorme distancia y las largas sentencias, propiciaron que muchos de ellos se establecieran y formaran familias en Filipinas, extendiendo el intercambio cultural entre ambos pueblos y propagando el sueño de independencia.

Uno de los héroes mexicanos más célebres de esa época fue Epigmenio González -cuyo nombre se encuentra en la Columna de la Independencia al lado de Hidalgo-, quien fue desterrado a Filipinas y que pudo volver a México 30 años después, cuando la Corona Española reconoció la Independencia de México.

Según historiadores, la presencia de los independentistas mexicanos en Filipinas propició que se expandiera el pensamiento libertario por todo el archipiélago, jugando un papel importante en la futura independencia filipina.

De hecho, en Manila hay una estatua dedicada a Miguel Hidalgo y Costilla y sobre Paseo de la Reforma un monumento al Dr. José Rizal, héroe nacional filipino, quien con su muerte trazó el camino a la independencia de Filipinas.

El Escuadrón 201

Ya como naciones independientes, los caminos de ambos países volvieron a entrelazarse: la madrugada del 14 de mayo de 1941, el presidente constitucional de México, el General Manuel Ávila Camacho, fue despertado para informarle que el barco tanque petrolero mexicano “Potrero del Llano” había sido emboscado y hundido, donde murieron 13 mexicanos de una tripulación de 35.

Inmediatamente Ávila Camacho emitió un comunicado de prensa que decía que “si para el próximo jueves 21 del corriente, México no ha recibido del país responsable de la agresión una satisfacción completa, así como la garantía de que se le serán debidamente cubiertas las indemnizaciones por los daños y perjuicios sufridos, el Gobierno de la República adoptará las medidas que exige el honor nacional”.

Aún en espera de alguna respuesta del Bloque del Eje, la madrugada del jueves 21 de mayo, el General fue notificado del hundimiento de otro buque: el “Faja de Oro”, en el cual habían muerto ocho de sus 36 tripulantes.

Ante esta nueva agresión, el presidente se presentó ante el Congreso de la Unión el 28 de mayo de 1941 para que aprobara la iniciativa de que México se declaraba en Estado de Guerra. La mañana del 24 de julio de 1944 parte el Escuadrón de Combate 201 hacia una base en Estados Unidos para su adiestramiento, y en 1945, combatir la invasión japonesa en Filipinas.

De los 298 elementos llamados popularmente “Aguiluchos Mexicanos” y que pisaron suelo filipino, hubo cinco que jamás regresaron y dos que murieron en entrenamiento, cayendo todos en cumplimiento de su deber. Tras los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 8 de agosto de 1945, Japón se rindió.

En 1962 el entonces presidente de México, Adolfo López Mateos, llegó a la ciudad de Manila donde fue recibido por su homónimo filipino, Diosdado Macapagal. El funcionario mexicano mencionó que “de México salieron evangelizadores, colonizadores, educadores. El Galeón de Manila reveló al mundo americano la riqueza del Oriente fabuloso. Por Acapulco y San Blas entraron a Nueva España las porcelanas, los marfiles, las sedas del Oriente. El Galeón de Manila trajo de Nueva España el oro y la plata de las minas de México; pero más que ese comercio de América Latina, existía permanentemente el tráfico de contacto y de ideas. Muchas familias filipinas llevan aún apellidos castellanos traídos de la Nueva España; muchas familias reconocen en sus ancestros a gentes nacidas en Anáhuac, y muchas familias mexicanas saben que el fundador de su estirpe era filipino. Teníamos entonces vínculos no solamente estrechos, sino fraternales”.

Todo un legado cultural

Dentro de las “curiosidades” que nos conectan con Filipinas están: la guayabera, camisa típica mexicana que es muy similar a la barong tagalog de aquella nación. Los tamales y el lechón también son platillos típicos de la cocina filipina; también algunos templos religiosos y la misma religión en sí, decenas de filipinos le tienen gran devoción a la Virgen de Guadalupe.

A pesar de que la mayoría de los nombres filipinos son de origen hispano, muy pocos conocen el verdadero origen de sus nombres y se sorprenden mucho cuando un español o un mexicano tiene su mismo nombre; sucede lo mismo cuando un mexicano conoce a su tocayo asiático.

Las telenovelas mexicanas siempre han sido sumamente exitosas en Filipinas, al grado que hace unos años en aquella nación los nombres más populares de niñas fueron “Marimar” y “Thalía”, cuando la actriz visitó Filipinas muchas actividades fueron suspendidas.

La mayoría de los niños filipinos conoce al menos parte de la historia del Galeón de Manila y el comercio marítimo con América. Aquí en México es raro que un niño o un adulto conozca al menos un poco de esta historia.

Existen más de cinco mil palabras españolas en el tagalo, uno de los idiomas oficiales de Filipinas -además del inglés y el español-. También es común el uso de palabras de origen náhuatl como palenque, tianguis o jícama.