Finalmente, el INE resolvió mantener a SignaLab como el centro especializado encargado de clasificar y ordenar, para el primer debate presidencial, las preguntas que se generen en redes sociales. Pero lo hizo a un precio muy alto: cediendo a las presiones de Morena, como también cedió el Iteso que, en vez de defender la libertad de expresión, decidió informar que Rossana Reguillo, fundadora y directora del laboratorio, dejaba personalmente el encargo.

La semana pasada, el Consejo General del INE designó a Signa Lab en una sesión en la que dicho acuerdo fue votado por unanimidad y sin que los representantes de los partidos políticos levantaran una ceja, tan entretenidos como estaban en lanzarse acusaciones sobre cuál de ellos es más de izquierda.

Poco después, Morena cayó en cuenta que Reguillo, además de ser una calificada académica experta en el procesamiento de grandes volúmenes de datos, también tiene opiniones y preferencias políticas distintas a las del partido en el poder. Se inició así una andanada de ataques en su contra y se alineó la comunicación oficial, incluyendo las voces de Mario Delgado y Claudia Sheinbaum, para exigir al INE y al Tribunal Electoral que la designación de Signa Lab se echara abajo.

El INE dio por buena este jueves la separación de Reguillo y dijo, en voz de la consejera Carla Humphrey, que el “motivo de preocupación” quedaba superado. El Iteso, en un comunicado, reconoció el trabajo de la “destacada integrante” de esa institución, quien ha contribuido “en las últimas décadas” a la mejor comprensión de los fenómenos sociales.

La decisión, sin embargo, dista mucho de ser salomónica y tiene un alto costo: la fundadora y directora de Signa Lab, la especialista en asuntos de juventud y de estudios sobre la ciudad, la investigadora del SIN nivel 3, Rossana Reguillo, quedó marginada de un debate electoral, un ejercicio de libertad de expresión por excelencia, del que también algo sabe la investigadora. Históricamente, el INE ha sido un baluarte en la defensa de la libertad de expresión y el Iteso, universidad jesuita, también. Esta vez ambas instituciones cancelaron esa libertad a una distinguida universitaria, para complacer a uno de los partidos contendientes.

El candidato y las dos candidatas presidenciales anunciaron ya que participarán en los tres debates electorales convocados por el INE. Como es normal que ocurra, aunque no necesariamente les asista la razón, hay incomodidad de los dirigentes y la abanderada de Morena porque quisieran que estos ejercicios fueran un acto de campaña más, un paseo en el campo con pocas piedras y sin hondonadas que la hagan trastabillar.

¿Qué sentido tiene hacer debates electorales cuando millones de electores consideran que ya tienen definido el sentido de su voto el próximo 2 de junio? La pregunta cobra mayor relevancia cuando vemos cómo, en los últimos años, la polarización ha cobrado elevadas cotas de encono y animadversión y cuando parece, al menos en la lógica mediática, que no hay mucho espacio para donde moverse ni posibilidades mayores de que la gente cambie de parecer por razón de los debates electorales.

Los debates bien hechos son, efectivamente, ejercicios de confrontación de ideas y propuestas de gobierno, dirigidos a millones de ciudadanos que de ese modo conocerán las diferentes soluciones presentadas para atender los graves problemas nacionales y observarán el comportamiento de cada una de las candidaturas frente a las variadas y agudas preguntas que les formulen con rigor las y los moderadores.

Políticas y políticos mal preparados -y en México llenan vagones y vagones del metro-, huyen de la confrontación entre sus pares y, tratándose de candidaturas presidenciales, miden el riesgo que para su popularidad pueda representar la asistencia al debate y el “daño” que puedan hacer las preguntas que les sean formuladas. Calculan que perderán simpatías si una pregunta les pone en aprietos. Una candidata bien preparada, con tablas para el debate y plena de confianza en sí misma, debería de poder responder la más fuerte o, para decirlo con la hipersensibilidad chabacana que hoy nos abruma, la más agresiva de las preguntas que una periodista o una moderadora de debates pueda formular.

¿De veras las candidaturas presidenciales pueden condicionar el origen de las preguntas que se les hagan? Me parece que no, mucho menos si es la autoridad electoral la que organiza los debates y establece los mecanismos para seleccionar las preguntas.

El 12 de junio de 2018 se llevó a cabo el tercer debate presidencial en la ciudad de Mérida, Yucatán. Arribamos a ese debate después de dos exitosos ejercicios previos, que fueron vistos o escuchados por más de 20 millones de personas en televisión, radio, plataformas digitales y redes sociales.

La modalidad de ese debate incluía la participación ciudadana a través de redes sociales. Para tal efecto invitamos a los laboratorios sociodigitales de dos instituciones de gran reconocimiento y prestigio académico: la Universidad Veracruzana y… SignaLab del Iteso.

El eficiente trabajo de SignaLab consistió en colaborar con la minería y análisis de las preguntas que la ciudadanía formuló (más de 11 mil 500 sólo en X). De ahí surgieron las tendencias de los temas que más preocupaban a la mayoría de los usuarios en redes y que fueron utilizadas por la moderación en Mérida para hacer preguntas con absoluta libertad.

Ahora: ¿Qué preguntas suponen que la gente hará o no hará?, ¿qué temas pueden incomodar? ¡Es que Rossana Reguillo piensa diferente que la 4T y ella va a organizar las preguntas! ¡Preparen la leña verde! El trabajo de selección de preguntas se hará, en principio, con la metodología aprobada por el INE y se llevará a cabo con los algoritmos empleados para ordenar y clasificar datos. Pero las presiones pesaron más. El pensamiento libre y la libertad de expresión le fueron conculcados a la doctora Reguillo porque piensa distinto a una de las candidatas, lo que, por otra parte, es normal, pues tiene a salvo su derecho universal a simpatizar y votar por quien le venga en gana.

Mejor que las candidatas y el candidato se preparen bien para responder cualquier pregunta que se les haga en el primer debate presidencial y hagan, de paso, un buen performance. En los debates, como en tantas cosas, no hay segundas oportunidades para una buena primera presentación.

*Periodista. Responsable en el INE de los tres debates presidenciales de 2018.