La muerte viajaba en tráiler

Qué ironías del destino: En la colonia llamada El Refugio se toparon con el infierno, los más de 150 migrantes que se accidentaron el jueves 9 de diciembre cuando buscaban llegar a Estados Unidos para protegerse de los peligros y la violencia en sus países o para tratar de mejorar sus condiciones de vida. 

La noticia del percance le ha dado la vuelta al mundo porque fallecieron 55 personas, toda una tragedia, y más de 100 resultaron lesionados, algunos de los cuales siguen en estado crítico y quien sabe si la libren. 

El hecho, que ha conmocionado a mucha gente, no en los países de origen de los desafortunados extranjeros, sino de México y otras naciones, por la forma tan triste en que sucedió el accidente con hombres, mujeres y niños que volaron del interior del tráiler, quedando regados en el piso o adentro de la caja de la unidad. 

El suceso ha planteado más preguntas que respuestas, porque es casi inaudito que el conductor de un tractocamión tome la curva ubicada a la altura de la colonia El Refugio, de Chiapa de Corzo, con una velocidad excesiva como todo apunta a que ocurrió en este caso. 

Y sobre todo, cuando sabe que en el interior lleva a más de 150 personas, cuya oscilación en el interior, puede provocar que se muevan de un lado a otro ocasionando que se desestabilice la unidad como pasó. 

Las interrogantes son muchas: ¿Llevaba mucha prisa el conductor?, ¿se sentía perseguido?, ¿iba drogado?, ¿se accidentó a propósito por desacuerdos con sus jefes para evidenciarlos?, ¿es parte de la disputa entre grupos que se dedican al tráfico de humanos?, ¿es una forma de buscar inhibir la migración de miles de personas por esos medios ilegales?, ¿es para evidenciar al gobierno o fue un mero accidente por falta de precaución del conductor, que por cierto salió por su propio pie y huyó con un acompañante?.   

Otra pregunta que flota en el aire es cómo el tráiler llegó casi hasta la capital del estado sin ser descubierto por alguna de las policías, independientemente de si salió de la frontera, de Comitán o de San Cristóbal, porque ese es otro debate. 

Por lo demás, ya se sabe que desde hace muchos años, los migrantes centroamericanos y de otras nacionalidades, que pagan alrededor del 10 mil dólares (200 mil pesos) porque los lleven al norte, son transportados en tráilers. Lo que ocurre es que mientras no sucedan accidentes como el del jueves pasado, casi nadie se da cuenta, salvo los policías que vigilan las carreteras y los dejan pasar porque ese es el trato convenido en distintos niveles. 

Sólo una red de corrupción muy poderosa que opera inclusive a nivel internacional es capaz de realizar traslados masivos por todo el país e ingresar a miles de extranjeros a Estados Unidos, hasta donde llegan sus alcances, pues de otro modo, no podrían pasar la frontera. 

asunto aquí es que 55 familias que esperaban celebrar la Navidad y el Año Nuevo con la llegada de sus parientes a Estados Unidos, recibirán féretros con sus cadáveres y en lugar de reír sólo habrá llanto, lágrimas y tristeza. 

Y por si fuera poco, tal vez tengan que pagar alguna cuantiosa deuda por el dinero que sus familiares pudieran haber pedido prestado, porque es común que ello suceda, ya que pocos tienen 10 mil dólares a la mano para pagar a los traficantes de humanos. 

Encima de todo esto está el doloroso proceso de los familiares de viajar a México para reconocer a los muertos y encontrarse con los heridos.  

La mayoría de migrantes que viajan buscando el llamado sueño americano, como los que venían en el camión que se accidentó en la autopista Chiapa de Corzo-Tuxtla Gutiérrez, son de escasos recursos económicos y el ofrecimiento de ayuda de las autoridades, queda muchas veces en el discurso. De hecho, se sabe de algunas cuantas familias que han llegado con sus propios recursos porque no han recibido apoyo alguno. 

El traslado de los cuerpos en el caso de los muertos es otro drama terrible que tienen que sufrir los parientes de las víctimas, porque son procesos lentos y engorrosos, sobre todo cuando se trata de un número tan grande de fallecidos como en este caso. La incertidumbre diaria, día y noche, es la que seguramente están padeciendo las familias de los muertos. 

Por cierto, tampoco para los reporteros ha sido tan fácil obtener información porque, salvo algunas excepciones, los funcionarios mexicanos no dan información acerca del proceso de reconocimiento de los cuerpos, de la posible repatriación, de la llegada de familiares, de los heridos y de los que resultaron ilesos.  

En el caso de los guatemaltecos, la información está siendo concentrada en la capital de ese país, a través de la cancillería, por lo que su cónsul general, con sede en Tuxtla Gutiérrez, Mario Azmitia, quien está dirigiendo las diligencias relacionadas con los muertos, los heridos, los trámites y demás actividades que tienen que ver con el percance, no hace declaraciones a la prensa. 

Se entiende que el caso es muy delicado por sus implicaciones internacionales, pero la información debería de fluir con toda oportunidad y transparencia para evitar sospechas de que algo se busca esconder. En fin, probablemente el tema estará presente cuando menos toda esta semana, porque el proceso avanza muy lento y el nombre de Chiapas seguirá dando la vuelta al mundo. 

Es un suceso verdaderamente triste y doloroso, como lo es para muchas personas el fallecimiento del cantante Vicente Fernández, quien, por cierto, hizo de su canción Los Mandados, casi un himno para los migrantes.  A propósito de su muerte, en Guadalajara se vivió el domingo el contraste de la tristeza de su desaparición física y la alegría porque, por fin, después de 71 años, el equipo Atlas de la primera división del futbol mexicano, se coronó campeón. Chente tenía apenas 10 años de edad cuando eso sucedió. Fin