*Corridos tumbados

*El efecto Lucifer

*Apología del delito

Chalino Sánchez está en Culiacán, Sinaloa. Sábado 16 de mayo. 1992. Canta con voz chirriante Alma Enamorada. Viste saco caqui, abajo camisa blanca y sombrero también caqui. De pronto alguien le pasa un recado escrito en una servilleta.

Su semblante cambia tras leerlo. Se descompone. Transpira. Hace bolita el papel y lo guarda. Pero sigue berreando.

En la mano derecha sostiene el micrófono. Con la izquierda se quita el sudor de la frente. Último día que pisó un escenario. Al terminar su “concierto” lo secuestran y asesinan.

Los etnomusicólogos revelan que el género de corridos nació con la revolución mexicana para enaltecer a caudillos y es una expresión cultural que construyó la historia de un país, el nuestro.

“Su mamá se lo decía:

Rosa, esta noche no sales;

mamá no tengo la cupa,

que a mí me gusten los bailes”.

Como era la más bonita. Hipólito se dirige a ella invitándola a bailar. Rosita lo desaíra. Esa noche Rosita estaba de suerte: de tres tiros que le dieron, nomás uno era de muerte. Ya su madre le advertía:

“Por andar de pizpireta;

se te ha de llegar el día,

en que te toque tu fiesta”.

Quizá todos, alguna vez, hemos escuchado el corrido de Rosita Alvirez que, a la par de muchos otros, encarnó el dolor de las batallas, a personajes importantes de la época que inspiraron libertades y el salto al cambio histórico. Hablan de trenes, caballos, del sufrimiento de los pobres.

El rock and rol hizo bailar a la juventud de los cincuenta. Breve tiempo después surgen los boleros rancheros que hablan de amor y desamor.

Posiblemente “Sombras nada más”, de Javier López, es una clara alegoría a la animadversión que dictan los sentimientos cuando se da una ruptura.

Uno cae en un estado psicológico que nos pone al borde del precipicio y, también, todos sin duda lo hemos experimentado alguna vez. Quienes digan que no, mienten. Yo lo pasé. Salí airoso.

“Quisiera abrir lentamente mis venas

Mi sangre toda verterla a tus pies

Para poderte demostrar

Que más no puedo amar

Y, entonces, morir después…”

Narcocorridos

Perdón por repetirlo, no es que ya me haya quedado sin neuronas (células nerviosas) que generan la comunicación sináptica del ser humano, porque ni siquiera tomo alcohol, lo dejé hace muchos años.

Pedrito Sola, conocido animador de televisión, dijo una vez a propósito de los narcocorridos: “¿En qué momento perdimos el buen gusto por la música?”.

Hay una enorme diferencia entre corridos de la revolución, esencia central que expliqué arriba, y los narcocorridos de hoy; éstos son panegírico de lo prohibido, ilegalidad, influencia perniciosa y criminal en niños y jóvenes a quienes une un factor común: viven en submundos.

Es tal la peligrosidad y veneno que lleva implícito este estilo musical, por llamarlo de alguna manera, que ya el presidente Obrador se pronunció al respecto, sorpresivamente. Fue el 23 de junio de 2023, en Tuxtla durante su clásica conferencia matutina.

Veinte días antes, Jerick, de 11 años, se suicida ahorcándose en el árbol del patio de su casa. Es un barrio marginal, humilde, de Piedras Negras, Coahuila. El padrastro le habría quitado el celular prohibiéndole escuchar a un despreciable sujeto apodado Peso Pluma.

Globos blancos, pase de lista en su centro educativo, desde luego muchos llantos y pesar rodearon el cortejo fúnebre. Jerick estaba adentro de ese ataúd blanco listo para ser entregado a la tierra. Insisto: Tenía 11 años.

Efecto Lucifer

Fechas posteriores a la muerte de Jerick, otro niño de la misma edad irrumpe a tiros en su escuela. Estado de México, la entidad más peligrosa del país, comparada a Venezuela y Brasil, todavía gobernada por un priista.

Hiere a un conserje, pero logran desarmarlo. Exploraciones policiales arrojan que se dejó influenciar por las canciones del mismo sujeto, Peso Pluma, cuya música -advierten especialistas- es una exposición de contenido relacionado con consumo de drogas, alcohol, golpizas, suicidios, agresiones a la mujer, violencia doméstica, homicidios, mucho dinero, pistolas, trocas, etc.

La música motiva el desarrollo cognitivo de los niños haciéndolos mejores personas y, sin duda, son el espejo del hogar. Los padres, pues, están obligados a orientar a sus hijos qué tipo de música escuchar, una que les de salud emocional.

Por otro lado, es bueno saber que en varios estados se empujan leyes locales encaminadas a cerrar el paso al avance de los corridos tumbados y narcocorridos.

La violencia no se debe combatir con violencia porque entonces caeríamos en el efecto Lucifer, un tratado del psicólogo social Phillip Zimbardo.

En Cancún, Chihuahua y Nayarit se ha legislado para prohibir ese tipo de música. Tipifican sanciones millonarias a quienes quebranten tal disposición. Y es un claro, y plausible, método para frenar tanta violencia y apología del delito.