*Asesinatos sin lupa

*Maquío y su destino

Es una larga lista que acaso comenzó el primero de octubre de 1989 cuando un tráiler con carga “prensó” al automóvil en el que viajaba el célebre Manuel Clouthier del Rincón, “el Maquío”, ex candidato presidencial panista que abrió grandes horizontes a la democracia –en la contienda en la que también Cuauhtémoc Cárdenas hizo lo mismo, ganando los comicios en 1988 y despojado con la intervención del miserable Manuel Bartlett, entonces al frente de Gobernación, a quien tanto acoge y defiende AMLO en lugar de luchar contra la corrupción-, en compañía del diputado Javier Calvo Manrique; ambos fallecieron mientras un helicóptero, como zopilote, deba vueltas a la carretera entre Culiacán y Mazatlán —kilómetro 158— como si fuese un buitre más con motor y hierro.

Dos años después, en Monterrey y ante el grupo Gente Nueva, hablé de Maquío y una joven, a mi lado, me dio las gracias. No sabía quién era y ella me lo dijo:

—Soy Tatiana Clouthier, hija de Maquío. ¿Podemos hablar sin testigos?

Busqué un lugar apropiado detrás de bambalinas y ella me hizo una pregunta tremenda:

—¿Usted cree que mi padre solo se accidentó o fue víctima de un asesinato?

Le respondí que por mi experiencia personal —el crimen contra mi padre en 1986 bajo la férula del siniestro Bartlett—, era muy posible lo segundo. Y la jovencita, haciendo un esfuerzo por contenerse, me reveló:

—Eso pienso yo; Carlos Castillo Peraza -entonces dirigente panista- no tardó nada en cerrar el caso como si no le importara. Él posiblemente estaba al tanto.

Durante dos sexenios de filiación panista esperaba que el caso se reabriera y pusiera en el aparador a los posibles autores intelectuales: Carlos Salinas, sobre todo, quien ya encabezaba el Ejecutivo Federal. Aquí empezó el proceder criminal de este sujeto intocable. ¿No que no los había, Andrés Manuel? Y ahora tienes a Tatiana, secretaria de Economía, en el mismo grupo en el que festina Bartlett.

He hecho un recuento de “accidentes” con víctimas de alto nivel político: en 2005, Ramón Martín Huerta, secretario de Seguridad Pública, en un viaje en helicóptero de la Ciudad de México hacia el penal de Almoloya; en 2005, también, el gobernador de Colima –dos veces electo-, Gustavo Vázquez Montes, cuya avioneta se desplomó sobre Michoacán; en 2008, la caída del Jet Lear en que viajaba Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, de San Luis a la capital; en 2011, Francisco Blake Mora, con el mismo cargo y en el sexenio calderonista, al precipitarse su helicóptero cerca de Chalco luego de salir de la Ciudad de México; y en diciembre de 2018, los esposos Moreno Valle —senador y gobernadora de Puebla en funciones—, al salir de Puebla con rumbo a la metrópoli. Todos panistas excepto el ex gobernador priista de Colima, en donde luego se asesinaría al exmandatario Silverio Cavazos. Una letanía.

Es un hilo conductor que llega muy arriba. Si combate a la corrupción, como no se cansa de alegar, AMLO tendría que comenzar por aquí; lo demás es cobardía y parodia.

Por las alcobas

Pocas semanas después del asesinato de Maquío me reuní a comer, en casa de mi inolvidable tío Carlos Vadillo, con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo; y fue el primero quien me reveló una “confidencia peligrosa” —así titulé a mi libro, editado por Océano en 2002—:

—Clouthier nunca perdonó al PAN porque lo dejó solo en su lucha contra el fraude electoral de 1988. Y decidió dejar a este partido para integrarse al nuestro —el naciente PRD—. En esas estaba cuando sobrevino el supuesto “accidente”. No creo en las coincidencias.

Y Porfirio, a quien la parca ya se lo llevó, asintió.

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