¿Por qué no dar un golpe de timón y nombrar a Harfuch, en su momento, como jefe de la Guardia Nacional?

A solo algunos días de que Morena decida quién será su representante para las elecciones por la CDMX, vale la pena hacer una reflexión sobre los perfiles de los dos principales contendientes: Clara Brugada, candidata natural de la 4T y notable exalcaldesa de la delegación más poblada de la capital, y Omar Harfuch, estrella de la seguridad de la capital.

Brugada representa la oportunidad de contar con una dirigente con experiencia probada, que logró un proyecto exitoso de inclusión y cohesión social en uno de los sitios más complejos de la ciudad. Construyó e iluminó más de un millón de metros cuadrados de espacio público.

Avanzó programas de economía y atención social para poblaciones vulnerables (como los “Centros Colibrí”, para la prevención y atención de las adicciones, las “Casas de Día”, para los adultos mayores y programas de inclusión laboral y económica para juventudes en riesgo).

La cereza del pastel fueron las 12 Utopías, que transformaron y dignificaron el espacio público con una visión de urbanismo social y atención integral de primer nivel. Además, desde 2018 se redujeron en casi un tercio los delitos de alto impacto en la demarcación y se consolidó como la edil mejor evaluada de la CDMX: según datos del Inegi, 75 % de las personas aprueban su desempeño en el gobierno.

Harfuch, con resultados tangibles al frente de la política de seguridad, demostró, en medio de la militarización del país, que sí se puede, por la vía civil, mejorar las cosas y disminuir las dinámicas delictivas.

Fortaleció las capacidades y actuación de la corporación policiaca, redujo en un 60 % la incidencia delictiva entre 2019 y 2023, al tiempo de mejorar la percepción de seguridad de los capitalinos. Asimismo, logró reducir y controlar la fuerza y presencia de grupos criminales en la ciudad y, de acuerdo con el Inegi, la confianza en la policía incrementó un 20 %.

En política, el mejor candidato es quien demuestra tener mayores posibilidades de vencer a sus oponentes. Este hecho aparentemente lógico para una democracia, tiene al menos dos fallas importantes: la primera, es que quien tiene las posibilidades de obtener más votos no es necesariamente quien posee las mejores cualidades para gobernar; la segunda, en el caso de un movimiento político que ha irrumpido para modificar las bases sociales en nuestro país, es que la victoria electoral puede fracturar a mediano o largo plazo un proyecto político que ha logrado mover a las masas por los ideales que representa.

Aunque muy efectiva, la gestión de Harfuch ha sido celebrada, también, por la notoriedad del candidato. La enfática exposición mediática de su imagen —atizada por el atentado que sufrió en 2020—, así como su apariencia física, lo han transformado en un personaje popular.

Sin embargo, la posible victoria de Harfuch a la candidatura por la CDMX significaría una doble pérdida. Perderíamos la posibilidad de tener una gobernadora progresista con políticas que contribuyan a disminuir la desigualdad y a alcanzar una ciudad inteligente, inclusiva y humana, así como a un policía que tiene el potencial de implementar una política de seguridad eficaz —que tanta falta nos hace— a nivel nacional.

Entonces, ¿por qué no dejar a ambos en lo que saben hacer? ¿Por qué no dar un golpe de timón y nombrar a Harfuch, en su momento, como titular de la FGR o como jefe de la Guardia Nacional, para por fin brindarle el perfil civil del que tanto adolece?

Morena puede ganar de cualquier forma. Ojalá no claudique ante el fervor electoral y anteponga los ideales que lo llevaron al poder, así como el proyecto más conveniente para la ciudadanía. La doble pérdida puede ser una doble victoria: una ciudad de avanzada y un país más seguro.