El domingo los jefes de Estado de diversos países en América Latina y el Caribe acudirán a una reunión en Palenque con el presidente Andrés Manuel López Obrador para hablar de la migración. Los invitados son los líderes de Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Venezuela, Belice, Cuba y Haití, algunos de ellos son los principales países de donde salen los migrantes que atraviesan México y otros tantos que son países de tránsito y a veces destino de migrantes.

No hay soluciones fáciles para el movimiento actual de un número sin precedente de migrantes que se mueven por el hemisferio, pero hay algunas ideas que han sido promovidas por algunos de estos países, incluyendo México.

Una es la importancia de expandir las vías legales para la movilidad, sobre todo por cuestiones laborales, a los principales países de destino. Otra es hacer un mejor esfuerzo en identificar a los que tienen necesidad de protección internacional antes de que huyan o en su primer país de paso, para evitarles el viaje completo por la región.

El anuncio ayer de un aflojamiento de las sanciones contra Venezuela de parte del gobierno de Estados Unidos, es un buen paso en el rumbo de mejorar la situación económica en ese país y garantizar la restauración del orden democrático.

Quizás logre que algunos venezolanos que estaban pensando migrar decidan quedarse en Venezuela con la esperanza de que la situación mejore.

Menos claro es el futuro de Cuba, donde la represión política y mal manejo de la economía por parte del gobierno cubano se combina con el embargo económico del gobierno estadounidense para desestabilizar la vida de millones de cubanos.

Y aún menos claro es el futuro de los haitianos, que están viviendo en una sociedad aquejada por la violencia de grupos criminales, con un gobierno incapaz de mejorar las condiciones de vida.

Hay mucha esperanza de que una fuerza de paz internacional, avalada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y liderada por el gobierno de Kenia, logre establecer un mínimo de orden en los próximos meses.

En Centroamérica hay claroscuros. La elección de un gobierno reformista en Guatemala ha despertado esperanzas, pero con muchas resistencias de parte del gobierno actual que parece renuente a entregar el poder.

En Honduras, un gobierno de cambio que despertó muchas esperanzas parece cada vez menos capaz de enfrentar los desafíos nacionales. Y en El Salvador, un líder mesiánico ha logrado bajar la violencia en ese país de forma dramática, pero a costa de la democracia y el estado de derecho.

Hay posibilidades de mejoras en los tres, pero todos enfrentan problemas reales también. Y simplemente no hay luz de la esperanza en Nicaragua, un país con un gobierno cada vez más autoritario e incapaz de lidiar con una economía en picada.

Mientras tanto, países como Colombia, Ecuador, Costa Rica, Panamá, Belice y México siguen recibiendo a migrantes que salen de esos países —venezolanos, cubanos, haitianos y centroamericanos— algunos pasando hacia el norte y algunos quedándose en el camino para vivir ahí.

Hay casi tres millones de venezolanos en Colombia y medio millón en Ecuador. Mientras tanto hay medio millón de nicaragüenses en Costa Rica y cientos de miles de migrantes de todos lados quedándose a vivir en México y miles en Belice. Panamá es más país de paso que de destino, pero contiene la mayor parte del Tapón del Darién, el tramo más peligroso del viaje migratorio.

Será importante observar si esta cumbre en Palenque produce algunas ideas nuevas para ir canalizando la migración en vías regulares y seguras, y si surgen también algunos compromisos para enfrentar las circunstancias que impulsan a la salida de tantos ciudadanos de algunos de estos países. No hay soluciones mágicas, pero no estaría de más ver algunos pasos concretos hacia adelante.