Artes, Ciencias y Reflexión Política.

El Ateneo

Con cierta solemnidad, como quien va a un templo, a eso de las seis de la tarde, mi papá nos comentaba “Voy al Ateneo”.

Era una palabra extraña y fascinante. La palabra Ateneo viene del latín Athenaeum (templo de Minerva en Atenas). Este término surge del templo de Palas, en Atenas, donde se reunían durante la época clásica poetas, oradores, filósofos, para leer sus obras.

Adoptada en Tuxtla, como concepto semántico, se consideraba una sede cultural de reunión académica mayor. Allí tuve la suerte de ser un niño llevado por azar varias veces. Quizá mi padre gustaba ser acompañado de su único hijo varón, en ese entonces todavía con la tradición de la sucesión y el legado hereditario entre la sociedad de la segunda mitad del siglo XX.

La entrada al edificio del Ateneo la recuerdo como un espacio formidable, un templo del conocimiento, la sensación parecida a los recintos que experimentara años después como el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

El Ateneo era una edificación alta y señorial, al entrar se percibía el aroma del cedro que bordeaba sus costados por dentro. El foro y las sillas quizá, las telas y los materiales de ese entonces en los teatros.

Los ateneístas, personajes apasionados de la ciencia, la cultura y las artes, hacían grupos aleatorios de conversación previo a la orden del día y las recuerdo como núcleos donde se intercambiaba información.

Examinando algunos documentos de 1952, se evidencia una rica actividad multicultural y una relación sana entre el gobierno y los intelectuales.

En lo musical llama la atención la calidad del elenco internacional que visitaba Tuxtla para integrarse a las actividades culturales, convocadas por el Ateneo.

Se aprecia en una publicación:

“El Ateneo de Ciencias y Artes ha organizado para este año una serie de conciertos, continuación de la del año pasado que tanta aceptación tuvo en Tuxtla. Entre los artistas que han desfilado ya por el Teatro Emilio Rabasa figuran: Emilio Osta, pianista. Samuel Martí, violinista y Gunhild Nilsson, pianista, María Teresa Orgaz, soprano y Emmanuel Quiroz, pianista.

Roberto Bañuelas, barítono, Tita Valencia, pianista. Paulino Sarrea, tenor y Laura García Zazueta pianista, con la Orquesta de Cámara del Conservatorio Nacional de Música, dirigida por Blas Galindo.”

Llama la atención que una primera figura del nacionalismo, como el maestro Galindo tuviese la atención de trasladarse a un sitio tan remoto de una provincia lejana, encabezando un elenco internacional.

Al parecer el Lic. Efraín Aranda Osorio, poniendo el ejemplo histórico, se convirtió en un gobernador impulsor de la cultura en el estado.

Durante 1954 se desarrollaron importantes sucesos culturales. El gobierno a su cargo vio con simpatía el proyecto de realizar “la primer semana de la cultura en Chiapas” dando su apoyo moral y económico.

La creación del Ateneo muestra las figuras visibles de don Rómulo Calzada y el maestro Andrés Fábregas Roca. Alrededor de ellos se empezó a configurar un grupo con diferentes intereses por diversas disciplinas científicas como la arqueología, la historia, la botánica, la zoología, la geología entre otras; y en lo artístico, el teatro, la música y la literatura.

Me tocó observar fragmentos de esa pasión científica una vez que el profesor Alberto Gutiérrez mandó a llamar a su hija para que identificara una colección de cristales que acababan de donar al Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas.

“Carmelita, a ver cuéntanos qué piedras son estas”, -comentó sobre la extendida variedad de cristales sobre la mesa, poniendo a prueba su sapiencia juvenil.

Carmelita, una adolescente de aspecto diáfano, abrió sus ojos aceitunados que contrastaban con su piel blanca y recorriendo los cristales con la mirada expresó:

“Pues distingo cuarzos, amatistas, flouritas, autunitas y sus variaciones de color y textura”.

Este detalle cuenta de la comunicación entre padres e hijos, distintiva de ese tiempo y la necesidad de compartir los conocimientos de los ateneístas en la cotidianeidad de su hogar, como una extensión de la escuela.

Un lugar preponderante lo ocupaba de manera pionera la generación de españoles de gran cultura que arribaron a México con el asilo de Lázaro Cárdenas, a la que pertenecían los maestros Andrés Fábregas Roca y Luis Alaminos.

La creación de escuelas de teatro y pintura, en un contexto provinciano, pero con la aplicación de criterios internacionales, europeos y americanos.

Mientras el Dr. Faustino Miranda se ocupaba en elaborar el más extenso catálogo de especies botánicas existente hasta ese momento, Miguel Álvarez del Toro descubría los asombros de la fauna del trópico, sobre todo su variedad ornitológica (mas de seiscientas especies de aves) registradas en un principio en artículos de la revista del Ateneo y del ICACH.

Eliseo Palacios recolectaba en extensas sabanas de los valles de Chiapas, huesos de dinosaurios que habitaron el estado durante esos periodos de una tierra nacida entre los cataclismos geológicos que dejaron huella.

Esta colección formó parte del entonces Instituto de Historia Natural ubicado en el Parque Madero.

El Ateneo se vislumbra a lo lejos como un fenómeno irrepetible en el tiempo, por las especiales condiciones culturales, políticas y sociales de su época, que congregaron en un pequeño espacio provinciano, la vanguardia de las ciencias y las artes.