Comentaba Dulcibel, preciosa chica: “Soy tempranera. A las 9 de la noche me meto en la cama. Y a las 11 ya estoy en mi casa”. Conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Les contó a sus amigos: “Mi suegra se hizo un tratamiento facial. Le pusieron una máscara de lodo verdinegro con tintes amarillosos y morados. Le dio buen resultado el tratamiento. Quedó muy bien; se vio mucho mejor. Pero al día siguiente se le cayó la máscara”. Igualmente conocemos a Jactancio. Él es hombre vanidoso, narcisista, pagado de sí mismo. Lo primero que hace al subirse a su coche es acomodar los espejos retrovisores para verse él. Estuvo con una chica en la habitación 210 del Motel Kamawa. Al terminar el consabido trance le dijo: “Sé que esto te gustó a ti mucho, linda, pero ¿me gustó a mí?”. “Chapopote” ha de decirse, no “chapapote” como parece preferir el diccionario de la Academia y como en Texas dicen. El nombre de esa forma de brea o alquitrán proviene de dos voces del náhuatl: tzauctli, goma o pegamento, y popochtli, perfume, aroma, olor. En tiempos de la mal llamada Colonia, y aún hasta finales del siglo diecinueve, lo usaban como chicle las mujeres. Se decía que era útil para blanquear los dientes. Las damas lo mascaban en privado, pues sólo las mujeres públicas lo masticaban en público, y ya desde entonces lo tronaban al modo en que todavía lo hacen las “compasivas pecadoras”, que así llamaba a las putas don José Alvarado. Los varones también mascaban chapopote, porque los médicos lo recomendaban como alivio para las reumas, pero lo hacían igualmente a ocultas, pues el hombre que lo mascaba en la calle o el mercado era “notado de somético o entregado al vicio nefando”, según cierto cronista de la época. Por estos días quienes van a la Isla del Padre, centro vacacional texano, han encontrado pedazos de chapopote en el mar o la playa, y los atribuyen al derrame de crudo de Pemex en el Golfo de México. “Adversidades”, dice el director de la empresa que son los problemas que la petrolera ha afrontado en estos días, como si fueran actos de Dios y no resultado de ineficacia o negligencia. Accidentes graves, con pérdida de vidas, han sucedido en el Metro de la Ciudad de México, en el IMSS, en Pemex. ¿Son adversidades o es que los recursos destinados a trabajos de mantenimiento se han desviado para pagar las obras icónicas de la 4T y mantener las dádivas en dinero que el régimen entrega a su clientela electoral? Ante la turbiedad de las cifras oficiales -son asunto de seguridad nacional, sabe usted- mejor regreso al tiempo en que las señoritas mexicanas mascaban chapopote en el recogimiento de su casa para emblanquecer sus dientes, “esas perlas que tú guardas con cuidado en tan lindo estuche de peluche rojo”, según cantó bellamente Barbarito Díez. La esposa de Babalucas le propuso: “Vamos a comer por ahí”. Respondió, severo, el tonto roque: “Por ahí no se come”... En el Bar Ahúnda un individuo le preguntó a su compañero de copas: “¿Por qué nunca te casaste?”. “Tuve una novia -relató el otro-. Cuando andaba borracho ella no quería casarse conmigo, y cuando andaba sobrio yo no quería casarme con ella”. Un tipo le contó a su amigo: “Anoche fui a una fiesta, y ahí estaba tu esposa”. “No lo creo -opuso el otro-. Seguramente la confundiste con otra”. “No -aseguró el primero-. Estoy seguro de que era tu mujer”. Quiso saber el amigo: “¿Qué color de vestido llevaba?”. “No lo sé -replicó el sujeto-. Me salí antes de que los asistentes se vistieran”. (Nota. La tal fiesta era una orgía. Al respecto escribió Felipe Trigo: “No hay quien haya estado en una orgía. No hay quien no haya deseado estar en una orgía”). FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Me habría gustado conocer a Pedro de Castilla, llamado el Cruel por unos, el Justiciero por otros. (Razón tuvo el antiguo escribidor que dijo: “Pon tu nombre a juego. Unos dirán que es blanco; otros que es negro”).

En cierta ocasión el rey iba a nombrar un juez. Tres letrados acudieron a pedirle el cargo. El monarca los sometió a una prueba. En una olla con harina puso la mitad de una naranja. Le preguntó al primer aspirante:

-¿Qué es esto?

Respondió:

-Creo que es una naranja.

El segundo opinó:

-Creo que es media naranja.

El tercero la sacó de la olla, la vio y dijo:

-Es media naranja.

Determinó el monarca:

-Tú serás el juez, pues antes de sentenciar examinaste el caso.

Me habría gustado conocer a Pedro de Castilla. Sabía juzgar a los jueces.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Un estudio de la UNAM anuncia otra ola de Covid.”.

Lo que se lee en el papel

se vuelve luego agonía.

(Lo peor es que todavía

está ahí López-Gatell).