Noche de bodas. El connubio gustó grandemente a la desposada, pues su galán puso especial esmero tanto en el foreplay, íntimas caricias y juegos eróticos que preceden a la amorosa plenitud, como en el performance o realización del acto propiamente dicha. Tanto agradó a la recién casada el juntamiento que de inmediato le pidió a su exhausto maridito un bis o encore, esto es decir una reiteración de lo hecho. Él sentía la natural fatiga que el varón experimenta tras el deliquio de la cópula. Así, le dijo a su dulcinea: “Espera un poco, linda”. “¿Cómo que espere un poco? -se impacientó ella-. ¡Hasta en la tele hay repetición instantánea!”. (A riesgo de parecer metomentodo exhorto a la joven esposa a ser más comprensiva. Bien dice don Abundio el del Potrero: “No es lo mesmo dar que recebir”). Procuro siempre huir de los lugares comunes, pero tan comunes son que no hay lugares donde pueda uno escapar de ellos. Así, diré que el asunto de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos es un callejón sin salida, un problema que no puede tener solución que a todos deje satisfechos. El diálogo que piden los normalistas y los padres de los infortunados jóvenes, y que finalmente les concederá López Obrador después del portazo en Palacio Nacional, será un diálogo de sordos, si bien de mudos no, pues habrá por ambas partes mucha palabrería que a nada conducirá, como toda la que hasta ahora se ha vertido en torno del trágico suceso. Igual sucede con el asunto de la recuperación de los cuerpos de los mineros de Pasta de Conchos, en Coahuila. Todo ahí ha sido demagogia, simulación, mentira. Tenemos ahora el lacerante caso de los jóvenes cadetes del Ejército que perdieron la vida por causa de la culpable imprudencia de un jefe cuya desatentada orden los llevó a la muerte. Sabemos bien que los militares, igual que los clérigos, se protegen unos a otros para eludir los castigos que ameritan sus abusos, pero aquí estamos en presencia de un acto que no debe quedar impune, ni siquiera por los estrechos e ilegales vínculos económicos y políticos que existen entre las Fuerzas Armadas y el caudillo de la 4T. Por lo que hace a lo de Ayotzinapa ya veremos que el tal diálogo terminará en agua de borrajas, o sea en nada, y que el asunto seguirá siendo materia de la que cada uno que se acerque a él buscará sacar alguna raja. Al tiempo. El sol asomaba ya las pompas por los balcones del oriente cuando Chinguetas llegó a su domicilio tras una de las farras que acostumbraba correrse con gentuza de su misma laya; hombres de mal beber y mujeres de mal vivir. Doña Macalota, la esposa de Chinguetas, lo aguardaba presa de justificado enojo. Le reclamó, airada: “¡Por tu culpa no he dormido en toda la noche!”. Replicó el cínico sujeto: “¿Y a poco crees que yo sí he dormido?”. (Descarado. Razón de sobra tuvo el hispano Séneca cuando escribió en su “Tiestes”: Ubi non est pudor, non cura iuris, sanctitas, pietas, fides. “Donde no hay vergüenza no importan la justicia, lo sagrado, la piedad ni la fe”. Traducción libérrima, como la mayoría de las traducciones). Don Martiriano, el sufrido esposo de doña Jodoncia, le comentó a su tremebunda cónyuge: “Voy a donar un riñón”. En vez de aplaudir la noble y generosa determinación de su marido acotó la anfisbena: “Dona también la pija y el cerebro. Es lo que menos usas”. La señorita Peripalda, catequista, preguntó en la clase: “¿A dónde van las niñas buenas?”. “Al Cielo” -contestó de inmediato Rosilita. “¿Y las niñas malas?”. Con la misma certidumbre respondió Pepito: “Ésas van a Las Vegas, a Cancún, a Nueva York, a Europa, a todas partes”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Te soñé anoche, Terry, amado perro mío.

Eras un ángel -en verdad siempre lo fuiste- , y volabas por el cielo con tus grandes orejas de cocker spaniel a manera de alas. Yo quería ir contigo, pero ni en el sueño he merecido nunca el vuelo. Las alturas son cosa ajena para mí. Cuando subía a la cumbre de los montes me sentía un ladrón, un intruso que estaba donde no debía estar.

Volabas, Terry, y las nubes se abrían a tu paso como grandes vacas que se apartaran, mansas y tranquilas, a fin de no estorbar tus giros. Todos los perros van al cielo, y también algunos gatos. Te encaminabas hacia la casa donde moran Dios y tú, y te me perdías entre la multitud de arcángeles, serafines y querubines que habitan en la mansión celeste.

La próxima vez que vengas a mi sueño, Terry, no vayas a la casa del Señor. Ven a mi casa, donde viviste con la amada eterna. Quizá ella te verá y vendrá también. Y entonces mi casa no necesitará de ángeles y arcángeles para ser un cielo.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Con una camioneta de la CFE intentaron tumbar una puerta del Palacio Nacional.”.

Un milagro, pienso yo,

ese sucedido fue.

Pese a ser de la CFE

el motor no se apagó.