“¿Por qué desea su marido divorciarse de usted?». Esa pregunta le hizo el juez de lo familiar a la mujer. Respondió ella: «Porque quise educarlo». «¿Cómo es eso?” -se extrañó el juzgador. Explicó la señora: “Me encontró haciendo el amor con otro hombre, y le dije: ‘Ven a ver, para que aprendas cómo se hace esto”. Don Carrenio se compró un perico en una tienda de mascotas. Como era hombre de esmerada educación quiso enseñarle al loro urbanidad y buenas maneras, para lo cual todas las mañanas le daba los buenos días a efecto de acostumbrarlo a saludar. Diariamente al pasar frente a su jaula le hacía aquel saludo cortésmente: «Buenos días”. El loro nada más se le quedaba viendo. Al día siguiente otra vez: “Buenos días”. Y el perico, mudo. Y así día tras día: “Buenos días”. El pajarraco seguía sin hablar. Cansado ya el señor una mañana pasó junto al perico y no le dijo nada. Entonces sí el cotorro habló. Le dijo a don Carrenio: “¿Y ahora qué mosco te picó, pendejo? ¿No sabes que es de muy mala educación no saludar a las personas?». El cuento que sigue es extremadamente machista. Quienes no gusten de leer ese tipo de relatos deben saltarse en la lectura hasta donde dice: «La burda imposición de Rosario Piedra Ibarra.» etcétera. El ratoncito consiguió por fin, a fuerza de porfiar, que la elefanta accediera a entregarle su mayor encanto. Muy mayor, ciertamente, en este caso. Al terminar el desigual trance amatorio la elefanta declaró: «No sentí nada”. El ratoncito replicó, molesto: “¡Sólo eso me faltaba! ¡A más de gorda, frígida!”. La burda imposición de Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos es anuncio de que tendremos una Omisión Nacional de los Derechos Humanos, si me es permitido el obvio juego de palabras. En efecto, dicho importante organismo no pertenece ya a los ciudadanos: es propiedad ahora de López Obrador, que sin estorbo alguno va echando en sus bolsillos de presidente absolutista las instituciones que podrían servir de freno o contrapeso a su poder. Todo hace suponer que la señora Piedra será obsecuente a los designios de AMLO en vez de cumplir su deber de protectora de los ciudadanos frente a los eventuales abusos de la autoridad. Dos notas quiero destacar en relación con esto. La primera: para todos habría sido bueno que hubiese prosperado la idea de Monreal ante el problema motivado por las irregularidades cometidas en la votación para elegir a la persona que presidiría esa Comisión. Sugirió que el proceso se repusiera con objeto de disipar cualquier duda sobre su legalidad. Seguramente Piedra Ibarra habría ganado de nueva cuenta la elección, y eso le habría dado una legitimidad y una autoridad moral de las que ahora carece. Ganando en la forma que ganó la dicha señora pierde. La segunda nota es la lamentable participación del PRI en este turbio asunto. Nuevamente aparece como patético patiño de Morena, con lo que otra vez muestra haber perdido no sólo su rumbo político sino también su dignidad partidista. Ya debe estar bien muerto el PRI, pues tan mal huele. Una hermosa mujer de bello rostro y esculturales formas acudió a la consulta del doctor Duerf, psiquiatra de gran fama. Le dijo: «Cada vez que me tomo una copa, aunque sea sólo una, se opera una rara transformación en mí: me vuelvo mujer fácil y me entrego al primer hombre que se me presenta”. “Mmmm -respondió el analista al tiempo que apoyaba la barbilla en una mano, gesto que le permitía elevar el monto de sus honorarios-. Escucharé su caso, señorita. Mientras tanto recuéstese cómodamente en el diván. Voy a servirnos un par de copas a fin de que me cuente con calma su problema”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

A mí me gusta el frío.

Enciendo la chimenea de la sala, me arrellano en mi sillón favorito y me cubro las rodillas con un pequeño edredón de plumas que entre sus pliegues guarda todas las tibiezas.

A tragos lentos bebo una copa del fino brandy que se da en Nuestra Señora de las Parras, hermoso sitio de mi natal Coahuila de donde salen vinos y licores prestigiosos. Beber un sorbo de ese brandy es como darle un trago al Sol.

Por la noche me meto bajo dos cobijas saltilleras de las que se llaman “de lana y lana”, salidas de los obrajes del antiguo barrio Águila de Oro. Una sola de esas cobijas bastaría para dar calor al Círculo Polar Ártico.

La chimenea de la sala. Mi sillón favorito. El edredón de plumas. El brandy. Las cobijas de lana y lana.

Ahora leo en un periódico de mi ciudad que cientos de indigentes y migrantes pasan frío en las calles estas noches.

Qué pena.

Seguramente a ellos no les gusta el frío.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. No hay dinero para las medicinas de niños con cáncer.”.

Leí esa noticia aquí,

y quiero ponerle un pero:

para eso no hay dinero,

para Evo Morales sí.