Este jueves se reunieron tres secretarios de Estado de los Estados Unidos con sus contrapartes mexicanos. Los temas centrales de este diálogo de alto nivel fueron migración y crimen organizado, temas que han sido espinosos en la relación bilateral, pero donde hay cada vez más convergencias en algunos puntos.

Primero, y antes de nada, hay que destacar lo excepcional que es que tres integrantes del gabinete de Estados Unidos viajen a cualquier país juntos. Esto sólo pasa, por lo menos de forma regular, con México, y se ha vuelto ya casi rutinario desde tiempos de Felipe Calderón y Barack Obama.

Ha habido momentos de más o menos reuniones, pero habla de la importancia que tiene la relación bilateral con México para el gobierno de Estados Unidos, independiente de quien esté en La Casa Blanca, y para el gobierno mexicano, independiente de quien esté en Palacio Nacional.

Estas reuniones de alto nivel ya son comunes porque los temas en la agenda bilateral son temas también de la agenda doméstica en ambos países. Estas reuniones no son una cortesía diplomática, que amerita una reunión entre la canciller y el secretario de Estado, sino temas políticamente sensibles dentro de cada país, que requieren de incluir a secretarías con tareas mucho más enfocadas en temas nacionales (como justicia y seguridad).

En este momento la migración ha cobrado una prioridad aún mayor por la cantidad de migrantes llegando a la frontera común entre México y Estados Unidos.

El aumento actual parece ser un resultado directo del fin del Título 42, que permitía hasta mayo que el gobierno de Estados Unidos regresara a los migrantes a México, pero ahora con un detonador nuevo: la administración del presidente Joe Biden ha decidido no detener a las familias que llegan a la frontera, porque no tienen donde alojarlos de forma humanitaria mientras las autoridades revisen sus casos, lo cual ha provocado un incremento dramático de familias intentando llegar a la frontera norte.

Es probable que en esta reunión se tomen decisiones sobre el control migratorio en México, incluyendo algunas deportaciones desde México a países de origen, así como algunas vías legales nuevas para migrantes que desean llegar a Estados Unidos, especialmente a través de un centro de procesamiento en México, que es una idea novedosa.

Pero todo parece indicar que no habrá declaraciones públicas dramáticas, sino más bien acuerdos detrás de bambalinas que después iremos conociendo.

En el tema del crimen organizado, el tráfico de fentanilo es la preocupación mayor del lado estadounidense por la cantidad de muertes por sobredosis, que llegó a más de 70 mil personas fallecidas el año pasado.

Pero para el gobierno mexicano, si bien el interés es un poco diferente, no es menor el impulso a la colaboración. Si bien el presidente López Obrador inició su sexenio con mucho escepticismo frente a la colaboración en materia de seguridad con el gobierno de Estados Unidos, sobre todo por sentirse que había demasiada intromisión de las autoridades estadounidenses en México.

Pero ahora que ha logrado generar mayor control mexicano de los esfuerzos de cooperación, encuentra cada vez más útil recibir la inteligencia que tiene el gobierno estadounidense sobre las operaciones de los grupos delictivos, algo que le puede ayudar a dar golpes contra los grupos que causan los mayores destrozos.

Si bien no se esperan resultados dramáticos de este encuentro, de todos modos sirve para afinar esfuerzos conjuntos, generar confianza y marcar líneas para el trabajo colaborativo al futuro.

Y en una relación tan intensa como la que existe entre México y Estados Unidos, en que los temas nacionales no se pueden resolver sin colaboración del vecino, estas reuniones son esenciales y una muestra de la intensidad de la relación que existen entre ambos países.