Está comprobado que Morena no tiene otros principios, programa y estructura que aquellos que desde su nacimiento le fueron procurados (imaginados y más que nada improvisados) por un solo hombre: López Obrador. Si hay en el mundo una formación política hecha a imagen y semejanza de su creador, esa es Morena, “la esperanza de México”.

Es alrededor de la figura presidencial que gira este partido fake, que se presume “movimiento”, pero que en realidad es el amasijo de un montón de despojos de militancias oportunistas (especialmente del PRI), de siniestras iglesias como la Luz del Mundo, de ladrones y hampones transexenales, de invasores de inmuebles y terrenos, de caciques ligados al narcotráfico, de sindicalistas estafadores que simulan ser “maestros”, de trasnochados “marxistas” que siempre fracasaron en su intento por leer a Marx, en fin, de todo eso que López Obrador ha querido —y necesitado— que sea Morena para llevar a cabo sus propósitos, que difícilmente constituyen un “proyecto de nación”.

Entonces, la pregunta es inevitable: ¿el Presidente López Obrador encabeza un proyecto de nación? Francamente me gustaría decir que sí, aunque no fuera de mi agrado, pero a estas alturas de su sexenio es preciso señalar que no hay tal cosa. Es decir, obviamente como político y hombre que ha ambicionado el poder toda su vida persigue algunos fines y mantiene ciertas metas, pero no creo que estas rebasen el plano personal, familiar y acaso el del cerrado (nunca mejor dicho) grupo que lo rodea, y donde sin duda algunos pretenden ejercer de ideólogos, operadores y hasta estrategas. Pero que nadie se confunda: al principio y al final sólo hay una voluntad y un “dedito” para indicarla.

Creo que es un error atribuimos a AMLO una dirección, un rumbo, justamente un proyecto que no existe. Y en eso ha consistido su mayor destreza: en hacer creer, especialmente a sus adversarios políticos y al llamado círculo rojo, que se dirige a alguna parte, que hay un proyecto de nación (así sea “bolivariano”) en marcha, cuando en realidad cada mañana —para eso es la “mañanera”— improvisa, divaga, externa toda clase de improperios, ocurrencias y mentiras, sobre todo mentiras, para simular que lleva al país hacia algún punto. Esa es su mentira fundamental, su pieza maestra.

Pero en fin, ahora Morena —que involuntariamente reconoce que nunca ha tenido algo que parezca un proyecto de nación— vive intensas jornadas de “reflexión” para elucubrar uno y dárselo a conocer, para que lo defienda y asuma como propio, a la “corcholata” que gane la candidatura presidencial. Son las reglas acordadas. No obstante, a juzgar por lo que hemos podido ver, las conferencias y actividades donde lo mejor de la materia gris de la 4T diserta sobre ese anhelado “proyecto de nación”, no son otra cosa que una calca, en pequeña escala, de las campañas de las “corcholatas”, o sea una pasarela para básicamente loar, agradecer y celebrar la sabia conducción del Jefe Máximo.

Ahora bien, por ejemplo, si la Dra. María Elena Álvarez-Buylla o Marx Arriaga, dos de las mentes más brillantes de la 4T, participan de estas conferencias sobre el “proyecto de nación, ¿qué podrían añadir a lo que ya ha sido dicho por el gran líder? De veras, no me lo puedo imaginar (y ellos menos). Entiendo, no obstante, que el maravilloso proyecto que surgirá de estos intercambios (ideológicos, verborrágicos y de elogios) que se están dando, se corresponderá plenamente con las grandes directrices y los horizontes ya oteados por el compañero Presidente.

Según lo previsto, la “corcholata” vencedora reclamará para sí el legado del mesías y padre fundador, condensado en este documento que los mejores cuadros de Morena preparan con gran entrega y entusiasmo. Sin embargo, su contenido formal es irrelevante: el verdadero “proyecto de nación” que prepara Morena ya fue dictado desde Palacio Nacional y consiste, sencillamente, en garantizar para el próximo sexenio la continuidad de AMLO “sin” AMLO. De ese nivel “la esperanza de México”.