¿A dónde va Marcelo?

No está claro a qué juega el ex canciller Marcelo Ebrard, una vez que no fue designado coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación. 

Por un lado ha anunciado la creación de un movimiento propio, siguiendo los pasos del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, quien después del fraude de 2006 y de la derrota en 2012, creó Morena, ya que se dio cuenta de que el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que le dio las siglas para competir, le había dado la espalda y se había alineado con los poderes fácticos. 

Por otra parte, pareciera que se mantiene a la expectativa de la resolución de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena dejando que corran los días y el tema se diluya un poco, mientras su equipo y él mismo asimilan la derrota interna. 

Marcelo sabe que tiene que hacer algo, impugnar el proceso, por ejemplo, porque hay mucha gente en su equipo a la que no puede dejar botada así porque sí después de que lo han acompañado desde hace bastante tiempo. 

La única opción que tiene por ahora de aparecer en la boleta electoral de 2024 es mediante Movimiento Ciudadano, que ha asegurado que no se aliará al Frente Amplio por México (FAM) a pesar de las presiones, pero también ha afirmado que no iría con Ebrard, aunque no ha cerrado la puerta totalmente.  

Xóchitl Gálvez lo ha invitado al FAM, pero es obvio que no le cederá la candidatura, por lo que de nada le sirve, pues lo que él quiere es aparecer en la boleta electoral. En todo caso sería para dañar a Morena y al presidente, y probablemente eso no lo hará. 

Aun si fuera candidato de Movimiento Ciudadano, Marcelo no ganaría la presidencia de la República, ya que Morena tiene por ahora más del 50 por ciento de popularidad en la persona de López Obrador y gobierna 23 estados. Es decir, tiene casi todo el poder. 

Algunas personas piensan que la eventual candidatura de Ebrard por Movimiento Ciudadano dividiría el voto para favorecer a Morena, pero otra interpretación es que por el contrario, le afectará, porque el excanciller atraería el sufragio de un segmento de morenistas que simpatizan con él, más que de la oposición. 

No se sabe públicamente si en este impase Ebrard esté negociando algo con Claudia Sheinbaum para permanecer en Morena. Por ahora está muy enojado y lo más saludable es que canalice su molestia por alguna vía y piense bien lo que hará. 

Pensando con la cabeza lo que más le conviene tal vez sea asegurar un puesto en el gabinete, ya sea como secretario de Gobernación si es que no está ocupado –haría un muy buen papel-, en otra cartera o una senaduría y a partir de ahí buscar construir su candidatura para el siguiente sexenio. No hay que olvidar que López Obrador ganó a la tercera y Cuauhtémoc Cárdenas también fue candidato tres veces y no ganó la presidencia, aunque en 1988 Carlos Salinas le arrebató el triunfo.  

Por lo pronto, el ex secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, confrontado muy fuerte con Sheinbaum por la candidatura; el senador con licencia, Ricardo Monreal y hasta Gerardo Fernández Noroña, ya se acomodaron en el equipo que impulsará el triunfo de la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México. 

Da la impresión de que hasta ahora, efectivamente López Obrador ha dejado a Claudia para que ella decida los nombramientos y movimientos que tenga que hacer, sin interferir en nada, y ella le ha tomado la palabra.  

Por lo mismo, Marcelo tendría que entenderse con ella y ya no con el tabasqueño. Lo que parece estar claro hasta ahora es que el excanciller no quiere romper abiertamente con el presidente y tampoco se ha lanzado en su contra. Ambos mantienen un discurso de cercanía y amistad. 

Por lo demás, Marcelo seguramente sabía de antemano que todos los sondeos favorecían a Claudia desde mucho antes de que se realizaran las encuestas que le dieron el triunfo a la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México. 

Desde luego que eso no quita que efectivamente hubo una cargada en su favor y que se usaron recursos de programas federales para favorecerla. Pero de eso a pensar que Morena echará marcha atrás y anulará el proceso, está muy lejos. Como dice el dicho: este arroz ya se coció. ¿A qué juega, entonces, el ex canciller? 

Por lo tanto, Ebrard no tiene muchas opciones. Una de ellas, como ya se dijo, es negociar un puesto y tratar de colocar a toda su gente en candidaturas y puestos de gobierno para no dejarla a la deriva. Eso sí es factible todavía. 

Aventurarse con un nuevo movimiento que se convierta en partido político está casi en chino porque sacar a Morena del poder y disminuirlo va a tardar. Es más fácil que la derecha agrupada ahora en los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD) lo desbanquen en el próximo sexenio. Además, por mucho, no tiene el carisma y el arrastre popular de López Obrador. 

Pareciera que el destino hizo a Marcelo seguir de algún modo los pasos del difunto Manuel Camacho Solís, su mentor político, quien supuestamente había pactado con su amigo Carlos Salinas de Gortari que quien fuera primero presidente dejará al otro como sucesor. 

Ello significaba que lo nombrara candidato presidencial en 1994 para que lo sucediera, pero ocurrió que se inclinó por Luis Donaldo Colosio, a quien a la postre el Estado asesinó el 23 de marzo de ese revuelto año, en el contexto del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).     

Camacho Solís encontró la coyuntura para volver a brillar como funcionario y ganar reflectores, precisamente cuando ocurrió el levantamiento zapatista, ya que Salinas de Gortari lo nombró comisionado para la paz y el diálogo en Chiapas, papel que desempeño con mucha inteligencia, pero luego terminó su carrera no tan encumbrado, aunque siendo un político respetado. Fin